Acabo de leer un libro, Imperiofobia (y leyenda negra de Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio
Español),
de María Elvira Roca Barea (485 págs., edit. Siruela, 2016, XXI edición enero
2019) que me ha dejado, como a todos los que lo han leído, estupefacto.
La prima de riesgo(*) en los créditos en euros (págs. 460 y ss.) es una consecuencia más del protestantismo,
sic, de Martín Lutero, que es donde
se construye la base de nuestra Leyenda Negra. Toma castaña! Ahí queda eso.
Afirmaciones como ésta, bien documentada
si las fuentes son correctas, se complementan con otras como la
(des-)calificación de Chomski como
traidor a su patria, EE.UU. (pág. 75 y varias más), o de Pérez Reverte como partícipe de las
calumnias contra el Imperio español (pág. 291), o de fray Bartolomé de las Casas (págs. 77 y varias más, 310 y ss.) como
culpable original de los infundios de que hemos sido objeto desde el siglo XVI,
y lo seguimos siendo todavía en el XXI. Como cuando dice que, estando España al
mando de la Europa Occidental, fue ella, y no Italia, el motor del Renacimiento
europeo, o al menos puso gran parte de la gasolina (pág. 134).
Las barbaridades que denuncia fray
Bartolomé de las Casas, según este libro todas de oídas, “no tienen límite: desde la justificación
de sacrificios humanos con el argumento de que es lo mismo que la misa…” (sobre
este tema me he pronunciado varias veces, concretamente la última en la entrada 1776 del 6/4/2019) hasta que los calvinistas
neerlandeses hicieron de Fray Bartolomé uno de los pilares de la leyenda negra
y sus publicaciones en Nueva York sirvieron de munición emocional en la guerra
hispanoamericana en 1898. Incluso en la teología de la liberación se expresa la
hispanofobia.
Todo lo cual me resulta difícil de
digerir, por más que el libro intente inyectarnos un subidón en nuestra
autoestima: hemos hecho las cosas mejor que todos los demás, y todos los demás
merecen -ellos, y no nosotros- las calificaciones y descalificaciones
escatológicas con las que nos han hecho creer que merecemos ser identificados
como cerdos (PIGS), por católicos. Lo que les ha permitido meternos en el mismo
saco a todos los países costeros del Mediterráneo. Por otra parte asocia el
antisemitismo de la leyenda negra anti-norteamericana a la española (pág. 73),
cuando en realidad el rechazo antisemita contra los americanos lo es por el
poder que detentan allí los judíos y por la política exterior norteamericana
pro-israelí, mientras que en España lo era por la expulsión de los mismos
(sefardíes).
El libro tiene dos objetivos,
desenmascarar las mentiras en que se basa el tratamiento que nos han dado con
su falsa pero eficaz propaganda desde el siglo XVI, por un lado, y por el otro
forzarnos a vernos a nosotros mismos con una nueva mirada totalmente opuesta a
la que consiguieron imponernos. Nada que objetar.
Es propio de los imperios generar fuertes
autocríticas en su propio seno, como es el caso de Chomsky en USA o de fray Bartolomé de las Casas en el imperio español, ya que aprovechan
los prejuicios anti-imperiales para encumbrarse en una aceptación universal, sin
importar que éstos sean consecuencia de un complejo de inferioridad por ocupar
un lugar secundario en la arena internacional.
Estamos con Roca Barea cuando escribe: “Una diferencia
principal entre patriotismo y nacionalismo es que el primero existe por sí
mismo mientras que el segundo necesita un enemigo, y si no lo tiene, lo
fabrica. Un enemigo es un aliado inapreciable. El nacionalismo es excluyente y reniega de la diversidad,
confundiendo intencionadamente la diferencia de opinión con la traición. Por
otra parte, el nacionalismo suele servir de trampolín a un grupo que por medio
de él consigue riqueza y engrandecimiento social. El nacionalismo es una
epidemia a la que Europa debe la mayor parte de sus desgracias (pág. 227 y en
la pág. 262:) La dinámica del nacionalismo es perversa. O gana e impone su
criterio, eliminando la disidencia, o pierde y entonces convierte la pérdida en
agravio y excusa para la confrontación.”
Por
último, en el debate sobre las diferencias
entre la protestante América del Norte y la católica del Sur, entre el
éxito de la primera y el fracaso económico de la segunda, máxime si se tienen
cuenta que en el Norte eran cazadores-recolectores mientras que en el Sur ya
estaban asentados y en civilizaciones avanzadas (azteca y maya), en este asunto
el libro divaga sin centrarse en el tema como debiera. Lo que no quita para que
cite el contraste entre los millones de mestizos sudamericanos y los nativos
aniquilados en los EE.UU. No parece que la autora esté de acuerdo con la idea
de que toda religión, y en especial la católica, es un obstáculo para el avance
científico (y de todo tipo).
El libro termina con esta rotunda
afirmación: “Las naciones y las religiones que se formaron contra el Imperio
español no pueden prescindir de la leyenda negra porque se quedarían sin
Historia”.
Me pregunto si la opinión pública negra de los nórdicos sobre España, si
es que sigue vigente, se corresponde con el sentir de sus ciudadanos de a pie.
Para mí que con la UE se han acabado los insultos contra los gabachos y los
hijos de la Gran… y que ya nos sentimos
miembros de la misma comunidad. O casi.
El éxito de esta publicación (21 ediciones
en dos años) se explica tanto por el tema que trata como por la
contundencia con que lo hace. Ojalá esta
experiencia se repita en toda Europa previas las traducciones necesarias. Como
ensayo científico que pretende ser, merece ser falseado (en sentido popperiano,
esto es, comprobado) y complementado con otras publicaciones sobre el tema.
Otra cosa será convencer al resto de Europa de que nosotros somos los buenos,
magníficos, y ellos los malos, los perversos. Aunque quizás de este modo
reforzáramos posturas maniqueas.
_____________________
(*) No han sido pocas las
veces que hemos arremetido contra Alemania, perdón, contra Jens Weidmann del
BUBA alemán, por haberse inventado un euro alemán y no europeo, del que
deberíamos habernos librado, como lo demuestra que un crédito en euros pueda
ser más caro para España que para Alemania. Pero la prima de riesgo no es más
que el resultado del encarecimiento del crédito para atraer el préstamo que de
otro modo no llegaría. Partiendo de un tipo 1% (100) para las inversiones
financieras más atractivas (Alemania, por decisión de los inversores en el
mercado financiero), si el inversor no se anima a tipos inferiores al 3, 4 ó
5%, la prima de riesgo será entonces de 300, 400 ó 500, pero sólo refleja el
grado de temor de los prestamistas. Quizás la autora se refiera a que ese temor
es consecuencia del menos-precio con que se nos trata, pero aun así el ejemplo
que utiliza no parece el más afortunado.
P/S.: Un resumen del libro en 7 páginas puede leerse clicando aquí.
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