El sábado 20 de abril de 2019, hace hoy ya tres
años (joé, cómo pasa el tiempo) escribíamos sobre Ukrania en la entrada 1790 de
este blog que nos remitía a entradas anteriores:
“La última
ocasión, de las muchas veces, que tratamos de Ucrania fue ayer mismo en la
entrada 1789 del 19/4/19, pero antes pueden verse la
nº 1613 del 3/6/18 sobre su situación
política actual, o la
1091 (21/10/15) sobre Turquía y los orígenes
de Europa, o la
1591 del 11/5/2018 sobre nuestras raíces
indoeuropeas, la 989 (19/12/14), o la 944 (4/11/14)…
En cuanto
al éxodo de ucranianos con motivo de la guerra en el este del país,
en Donetsk y Lugansk, donde pasan de 12.000 los muertos y se han
debilitado las fronteras, sobre todo tras la invasión rusa de Crimea, la salida
masiva del país también se debe a las carencias económicas que lo sitúan
como el segundo país más pobre en Europa así como a la vasta corrupción secular
que viene sufriendo durante largo tiempo. Sólo entre 2002 y 2017 más de 6
millones de ucranianos se exiliaron del país de forma permanente, a razón de
400.000 emigrantes por cada uno de esos 15 años. Un sexto de estos emigrantes
marchan a Europa, especialmente a Polonia, donde ya vive más de un millón. Si
queréis leer un texto sobre este tema podéis pulsar
aquí. Otro gallo les cantaría si se
apremiara su adhesión a la UE y su ingreso en la OTAN (recupero la fecha
en la que escribí esto: 20/4/2019)”.
Antes, en la entrada 1091 del 21/10/2015, recordábamos que somos indoeuropeos, caucasianos, y con esa etnia nos identifican en los visados de USA. Desde hace más de 3.000 años el Cáucaso era la cuna del trigo (*), la tierra de los arqueros escitas, de cultura patriarcal diurna (Zeus significa Día, luz solar, que nace por el Este, a nuestra diestra mirando al Norte) por contraposición a la cultura maternal nocturna del Mediterráneo (calendario lunar y por las constelaciones, la diosa moraba en el oscuro y siniestro ocaso). Pues bien. si Europa es hija de Grecia, por línea materna, también somos hijos, por línea paterna, de los indoeuropeos que, entre otros valores, nos legaron el patriarcado, el calendario solar, el hierro y el caballo, por sólo citar cuatro hallazgos.
Se conocen sus
invasiones masivas de familias enteras en carros de bueyes que llegaron al valle del Indo al sudeste y hasta el Danubio y el Mediterráneo al sudoeste, en
los años 4000, 3000, 2000 (aqueos) y 1200 a.d.n.e. (dorios, cuyo máximo
exponente en los mitos griegos es Herakles/Hércules). Esta última ola llegó hasta
Egipto como “Pueblos del Mar”.
Los años
oscuros griegos, 1100/800 adne., se cuentan en la mitología helénica de un modo
tan sencillo como éste: la noche de bodas del roble (Zeus indoeuropeo) y
la encina (la diosa griega, pelasga, mediterránea)
se celebró en Dodona (oráculo al norte de Grecia) y duró 300 años. En
efecto, tres siglos duró la fusión de la cultura griega nativa pelasga de
naturaleza maternal y calendario lunar (la encina, en el mito) con la
indoeuropea patriarcal y solar (el roble), estallando en el 800 adne. como nueva
cultura micénica/clásica de la que somos herederos. Tres siglos de incubación
silenciosa de los que sabemos poco.
Por último, la indoeuropea
es una de las seis grandes familias lingüísticas prístinas y a ella pertenecemos,
por lo que compartimos las mismas raíces en filología desde el búlgaro al
sánscrito, pasando por las lenguas eslavas, el griego o el latín. Así que ni
siquiera la lengua ukraniana resulta lejana de la nuestra, la latina.
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