Yo
imaginé, antes de que nos cayera encima, la desestructuración de la familia y el
final en caída libre de la monogamia, por más que quisieran disfrazarla de “amor
verdadero” (true love). Lo que no podía ni imaginarme es la confusión
actual que nos invade con motivo de un colectivo LGTBI+… con una diversidad tan
variada. Y mira que la diversidad me encanta.
Pues es el caso que en la nueva generación Z (199x/200x) sus miembros entre
los 18 y los 24 años son un 23,6% (uno de cada cuatro) de todos los jóvenes.
Las personas bi, que representan más de la mitad del colectivo LGTBI+ (un 55%),
no sólo cuestionan lo masculino y lo femenino sino también lo hetero y lo homo.
Los bisexuales, sin embargo, son los que menos se visibilizan dentro del colectivo
LGTBI+: lo ocultan un 45% de los hombres y un 33% de las féminas, a pesar de ser conscientes de
que viven una nueva liberación sexual. “Mi familia lleva mejor que sea trans a
que sea bi”. Su espacio les resulta hostil pues no se encuentran cómodos ni con
los hetero ni con los homo.
Los bisexuales son conscientes de que son un potencial transformador de
la sexualidad, pues “amenazan el sexo y el género, las relaciones monógamas
productivas y la estabilidad en la orientación sexual, porque puedes ser al
mismo tiempo un hombre con novia y también una persona LGTBI+. El monosexismo acepta
a los homosexuales y tolera que no sean íntegramente normativos siempre que se
casen, vivan juntos, compren su vivienda y formen una familia. Ahí no encaja
una persona bisexual”. Para la mallorquina María Barrier, de 25 años, antropóloga
y periodista, “la normalidad y la normatividad son inventos para encorsetarnos”.
Me suena todo bien. Tanto que lamento haber nacido antes de tiempo.
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