domingo, 7 de abril de 2024

2487 (D 7/4/2024) Tr29.León

León

( Este relato es copia del de la entrada 2368 del 30/7/2023.
Si aquí se repite es por formar parte del paquete recuperado de GENTE DE TRIANA.
Me llaman León, por algo será. Nací en esta jaula donde nunca hasta ahora me la habían dejado abierta. La libertad se me había negado siempre como un secreto, un secreto inaccesible. Y en cuanto a hembras de mi propia especie no había visto ninguna, ni en libros ni en fotografía. Cómo podría hacerlo si vivo aquí encerrado desde que nací…
        Hasta esta mañana. Esta mañana, sí. Porque esta mañana, después de reponerme los cáñamos y la lechuga de todos los días, se han olvidado de cerrarla… y me han dejado la puerta de la jaula abierta! Debió desengancharse el  pequeño muelle que hace de bisagra en la parte inferior, y la puerta se quedó inclinada malamente unida por el muelle de arriba.

             No crean que me resultó fácil decidirme. Aunque siempre había soñado con volar libre, libre! desde la ventana, cuando esta mañana llegó la ocasión no me atrevía a saltar. Nunca lo había hecho. Ni siquiera sabía si sabría volar, seguro que tendría atrofiados los músculos de las alas. Y si me entraba el pánico…, eh? y si me daba vértigo?

             El vértigo de la libertad, sin embargo, y una irrefrenable curiosidad pudieron con el miedo y, a trancas y barrancas, dejándome más de dos plumas entre los barrotes de mi cárcel semiabierta, me asomé desde el alféizar de la ventana. El vahído me mareó. Pero me habían dejado la puerta de la mazmorra abierta, era mi oportunidad! Temblando, miré a la calle desde la cornisa de mi ventana, donde pude comprobar que sufría de alergia a la altura. Me invadió una mareante desazón tal que perdí el equilibrio y... aaaaahhh! me despeñé en el vacío en caída libre desde la ventana del piso 16.

         El instinto de supervivencia me hizo agitar las alas… y planeé…! planeé! iáaaa…! podía volar! iáaaaa! Lo sabía, no lo sabía que lo sabía pero lo sabía, que la libertad sería este vértigo, esta emoción nunca sentida, este afán liberador. Jadeé por el esfuerzo cuando pude descansar en el poyete de la ventana del entresuelo. Respiré con alivio. Mi corazón quería salirse de mis pulmones, a punto de estallar, pum pum pum…Todavía veía las cosas y las casas desde lo alto pero ya era todo distinto. Una gorriona pasó volando y me saludó, animándome a volar con ella. Para esos trotes estaba yo, anda que…

           Algo recuperado planeé de nuevo como pude, ya era un experto, hasta la rama de un árbol en la ribera del río. Al aterrizar en ella debí partirme una pata, ufff…, claro, como caí desde tan alto, pero lo di por bien empleado como precio de mi libertad.  Mi libertad,  por fin libre, mi soñada y tanto tiempo deseada libertad!

          Lo que no podía imaginarme es que hubiera tantos gatos y perros todos con caras de asesinos que me miraban babeando mientras yo me agarraba con todas mis fuerzas a donde podía. En esa rama tendría que dormir, porque ya era de noche, hambriento y sediento, teniendo como tenía el agua del río ahí mismo, debajo…, pero cualquiera se atrevía a bajar. Y encima con la pata rota, seguro que me la he roto, ufff… Llegué a añorar la jaula, lo confieso, con el alpiste siempre dispuesto y el agua siempre al pico, pero no, no podía mirar atrás, indigno, no podía renegar de mi libertad. Lloré. No quiero contaros lo mal que lo pasé toda la noche, sin pegar ojo, sólo deseando que amaneciera de nuevo para recorrer el camino de vuelta, si es que lo podía encontrar. Y si es que podía remontar el vuelo…, con esta pata… Ese perro no me quita el ojo de encima, esperará hasta que me caiga, sabe que no puedo volar. Pero bueno, al menos impide que vengan los gatos.

         Nunca lo había pasado tan mal. Regurgité, devolví, aunque no sé bien qué vomité porque no había comido nada durante todo el día… No voy a entristeceros contándoos las mil y una desventuras que tuve que atravesar en mi camino de regreso a la jaula de la que había escapado ayer, el regreso a mi lechuga.

            Cuando al fin lo conseguí, medio muerto de miedo, de hambre y de sed, nada más satisfacerla con mil sorbos de agua reuní todas mis fuerzas para gritar con toda mi valentía: “¡Y a mí que no vuelvan a dejarme la puerta de la jaula abierta!”

No hay comentarios:

Publicar un comentario