Munich, en vísperas de una guerra, es una película
basada en hechos reales, de las que me agradan, pues me dan información sobre
biografías o hechos históricos del máximo interés. Sobre todo cuando se trata
de héroes injustamente malditos.
Trata de la Conferencia que Hitler
convocó en Munich a la que invitó a los primeros ministros de Inglaterra,
Italia y Francia, para llegar a un pacto sobre la reclamación de los sudetes en
Moravia y la inminente invasión de Checoslovaquia por los alemanes. Los cuatro
mandatarios sabían que este pacto era un papel mojado, pero al menos se consiguió demorar por un año el inicio de lo que era inevitable.
Hay dos personajes que me llaman la
atención en estas fechas, que son el francés Petain y el inglés Chamberlain.
Petain dejó entrar a Hitler en el territorio francés a cambio de salvar la vida
a miles (millones?) de franceses, lo que la valió ser condenado a muerte por traición a la patria, a
instancias del general de Gaulle al acabar la guerra, conmutada después por la
cadena perpetua, y muriendo en la prisión en 1951.
Mucho se ha comentado sobre las indecisiones
del primer ministro británico Chamberlain como uno de los motivos que permitieron
a Hitler iniciar la II guerra mundial. En este documento cinematográfico no sólo
se hace su apología sino que se le atribuye una aportación positiva, pues
permitió preparar a los británicos para lo que era inevitable, al haber retrasado
la explosión del desastre todo un año, en el cual se rearmó la RAF. Con ella
pudo Churchill después ganar la guerra. Cuando en el avión de regreso de Munich
sus asesores le hacían ver que la firma del tratado bilateral UK/Alemania,
paralelo al anterior firmado por las cuatro potencias, le dejaría en ridículo al
primer ministro inglés, Chamberlain contestó que lo aceptaba porque esto haría
que los EE.UU. entraran en la contienda. Era el 1 de septiembre de 1938; un año
justo después se declaró la II guerra mundial.
No sé si fue real la relación de 4 estudiantes
de Oxford casi 20 años antes y que ahora, ocupando puestos clave en los
distintos gobiernos, se intercambian documentos y corren riesgos que añaden un
tono dramático a los acontecimientos. Pero si no lo fue, es una licencia del
director o guionista que se agradece y no desdice de la acción principal.
El Dia de la Bandera, por el contrario, evitadla si podéis,
porque es un muermo de mucho cuidado, torpe, embarullada, y encima pretenciosa. Parece lo que es, una obra de un inexperto que se atreve con algo que le
sobrepasa. Dirigida y protagonizada
por Sean Penn, quién le mandaría meterse donde no le llaman?
Ni
Luces de Bohemia, Ni Tirano Banderas, ni El Marqués de Bradomín…, id a ver El
Brujo monologando en El Alma de Valle Inclán y el buen rato por sus
divertidos disparates estará garantizado.
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