La desaparición del erotismo Byung-Chul Han lo achaca al narcisismo y exhibicionismo actuales, que campan a sus anchas, por ejemplo, en las redes sociales: la obsesión por uno mismo hace que los demás desaparezcan. Giramos en círculo alrededor de nosotros mismos, lo que nos lleva a la depresión.
La digitalización nos convierte en homo ludens, como los actores de la serie El juego del calamar (6 caps. en Netflix) donde todo el mundo se dedica al juego. En la publicidad los elementos lúdicos provocan la adicción en los usuarios. Un régimen represivo provoca la resistencia, lo cual ocurre en la obra 1984 de Orwell, mientras que en Un mundo feliz de Huxley las personas son controladas mediante la administración del placer (la droga soma).
¿No os resulta evidente que al presidente del PSOE Zapatero y al actual Pedro Sánchez los abuchearan en las fiestas del 12 de octubre mientras que a Rajoy, que gobernó entre los dos, no? ¿Alguien duda todavía sobre quiénes son los vándalos gamberros (cavernícolas, reacionarios, cristofachas) de la calle?
Viva Almodóvar! Viva el melodrama! Y si es un culebrón, mejor. Sobrios y racionales, abstenerse!
Si el cine es una fábrica de emociones, y por tanto se reconoce por sacarte una lágrima, una sonrisa, un nudo en el estómago, un orgasmo…, entonces la película que no consiga eso es una película fallida...
N.B. Si Apolo es el dios de la belleza, Diónisos lo es del vino y de la droga; si Apolo quiere el orden y la moderación, Diónisos disfruta con el caos y los excesos; si Apolo impone la métrica represora, Diónisos prefiere el ritual que le rinda un culto orgiástico. ¿Comprendéis ahora por qué Diónisos es el dios peliculero del cine y de las movidas?
(En la próxima entrada más de cine)
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