En 1972
Antonio Mercero dirigió el mediometraje La
Cabina, de 37 minutos, con guión escrito por él mismo y José Luis Garci, e
interpretada por J.L. López Vázquez. Los que no tenéis edad para haberla visto
no la podréis recordar pero los que la vimos no podremos olvidarla. El único
personaje queda atrapado en una cabina telefónica desde donde no se puede
comunicar con el exterior. Termina transportado, dentro de la cabina, por una
grúa que lo vuelca en una escombrera. Ved un resumen aquí: https://youtu.be/6-Ia9y1wMHk
Juan Tallón escribe una crónica sobre el estado actual de las cabinas y su imparable extinción. “En Japón algunas ahora son
acuarios, en Nueva York y Londres galerías de arte, bibliotecas o minipubs, en
Helsinki baños, en Vancouver refugios para personas sin hogar... En un episodio
de Futurama derivaban en
máquinas de suicidio, con un coste muy competitivo (0,25 dólares), en las que
podías elegir muerte rápida y sin dolor, muerte lenta y horrible o muerte
torpe. En España las cabinas (que quedan,
15.450) ya sólo registran una media de 6.180 llamadas al día (con lo que no llegan a una llamada diaria,
contra las 100 millones de llamadas que hacemos por los móviles, y 125 millones
de whatsapps). Atrás queda una
historia que empezó en 1928 con el primer teléfono público, que se instaló en
la sala de fiestas Viena Park, en el parque de El Retiro. En 1966 llegaron a la
vía pública. Hace 20 años que empezaron a retirarse de las calles. Su ocaso
pronto será total.
Los perros se comunican por medio de la orina. Haciéndolo en los lugares
adecuados, informan si están en celo, si estás en su territorio, y no sé si
hasta citas a ciegas… Por eso cuando limpiamos su meada realizamos (para ellos)
un acto de vandalismo al destrozar sus cabinas de telecomunicación.
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