El beneficio de la duda no es lo mismo que los beneficios de la
duda.
El primero es un
axioma jurídico procesal que consiste en dar la razón a quien no se debe
condenar por falta de pruebas o, lo que es lo mismo, declararle exculpado ante
la duda de que pueda ser inocente. In dubio pro reo, es el axioma en latín.
Los segundos se
refieren a los efectos beneficiosos que conllevan la tolerancia, la empatía con
los extraños, la diversidad, como enseguida se verá.
Confundimos la
realidad con lo que deseamos. O sea, que interpretamos la realidad como nos
gustaría que fuera. Es lo que en inglés llaman wishful thinking, pensamientos deseosos, ilusiones. Y rechazamos lo
que previamente no tenemos asumido en nuestras propias convicciones. Dicho de
otra manera, vemos lo que queremos ver. Por eso resulta tan difícil convencer a
nadie con ideas que contradigan a las suyas. Esa rigidez es directamente
proporcional a la falta de cultura, entendiendo como tal a la escasez de
conocimientos y/o falta de entrenamiento mental para elaborar juicios propios
independientes, e incluso opuestos, a los aprendidos.
El espíritu crítico se
caracteriza por la maleabilidad de las propias convicciones. La rigidez de
nuestras opiniones merma nuestra capacidad para la autocrítica. El aforismo
ciceroniano cuiusvis est errare, nullius
nisi insipientis in errore perseverare (“cualquiera puede errar, pero sólo
el necio persevera en su error") refuerza lo anterior.
El mejor instrumento
contra el cerrilismo es la duda. Pero no como hecho puntual sino como actitud. No tanto la duda metódica cartesiana para buscar la verdad ni la existencial integral hamletiana (“ser o
no ser…”) cuanto la duda como actitud mental abierta a cambiar de opinión y/o
convicciones ante argumentos contrarios o cambios de contextos. Resulta fácil
decirlo (en realidad no me ha resultado fácil). Pero la actitud de intentarlo es
un buen inicio.
Es curioso que a medida
que escuchamos a gente derechista, reaccionaria, cuanto más conservadoras son,
más seguras se sienten de sí mismas y menos lugar dejan a la duda. Y no sólo
son intolerantes, intransigentes, sino que anatematizan a los que no acceden a
pensar como ellos. No saben escuchar, pero te obligan a oírles y encima, tienes
que asentir. Cuando exigen que a los niños no se les adoctrine no se dan cuenta
(o sí) de que realmente quieren adoctrinarlos. La enseñanza neutral es la que
da al niño elementos de juicio objetivos para que piense por su cuenta, la que
le da instrumentos para ser crítico.
Dudad, pues, de los
que no dudan.
La capacidad de
autocrítica, de duda, se complementa con la aceptación de la diversidad, lo
relativo, lo extraño, otras culturas. Ya he dicho en algún sitio, y me apetece repetirlo,
que yo soy racista: me encantan las razas.
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