miércoles, 3 de julio de 2019

1863 (X 3/7/19) “Queers”

“Queer” (pronúnc. cuier, la “e” sólo insinuada) en principio significa “raro”. La deriva de raro a “extraño”, de extraño al “otro” (tanto de Hobbes como de Sartre) y del otro a “enemigo”, hostil, alguien a quien odiar, es un proceso fácil.
      Así que el viejo insulto ha mutado para definir a una comunidad normalizada y aceptada (al menos mentalmente): hoy su uso es común en el mundo académico y entre jóvenes, escribe Raquel Seco: Los departamentos de estudios “queer” se multiplican en las universidades y, en los medios, actrices, músicos y otros famosos salen del armario definiéndose no como homosexuales, sino como “queers”, y explicando que se sienten más cómodos con una definición fluida de su sexualidad. ¿Podría seguir creciendo el concepto hasta servir como paraguas para todas las identidades no heteronormativas? Para el periodista Jonathan Rauch la letra Q (de “queer”) engloba “todas” las minorías sexuales, mientras que LGTBIQ+ (lesbianas, gais, transexuales, bisexuales, intersexuales y queer) acaba inevitablemente excluyendo a algún colectivo y, además, resulta confusa. Por eso se le añade el signo +, para definir otros caracteres más indefinidos.
       Joana Oliveira nos informa desde Brasil que su país está considerado como el más peligroso del mundo para las personas transgénero porque es donde más asesinatos se registran: en 2019 ya ascienden a 123. Y la esperanza de vida de esta comunidad es de 35 años, la mitad de 75,5 que es la del resto de la población.


Ser o no ser... queer? De algún modo no somos todos queers? Porque lo queer no es una línea, es una franja (donde estamos todos). Y aunque el sistema intente uniformarnos, todos somos singulares.

Lo queer es esencialmente radical, por lo que definirse como tal y ser a la vez políticamente conservador, o misógino, o transfóbico… es algo contradictorio. Queer “es un movimiento de disidentes de género y sexuales que resisten frente a las normas que impone la sociedad heterosexual dominante y atentos a los procesos de exclusión de la cultura gay, de marginalización de las lesbianas, de los cuerpos transexuales y transgénero, de los inmigrantes, de los trabajadores y trabajadoras sexuales…”, escribe el filósofo Paul B. Preciado, autor de Un apartamento en Urano.
     Quienes rechazan acabar con las siglas apuntan que el concepto queer está umbilicalmente unido a una subversión política. “Suelo decir que queer se refiere a no heterosexuales a quienes les pone el anticapitalismo. No lo digo totalmente en serio, pero tampoco totalmente en broma”, comenta Florence Ashley, activista trans y académica en la Universidad McGill de Montreal. Lo queer, subraya Ashley, tiene que ver con el rechazo a las “políticas de lo respetable” enraizadas en el capitalismo neoliberal. “El movimiento gay de masas dice que merecemos ser aceptados porque somos iguales, excepto en que nos acostamos con otro tipo de personas. Pero el movimiento queer sostiene que debemos ser aceptadas porque somos humanas y porque tenemos razón: el sistema es injusto. Hemos luchado tanto porque esa letra T se uniera a las otras siglas, ¿y ahora vamos a ser ignoradas porque algunos piensen que LGTBIQ+ es demasiado largo?”.

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