viernes, 10 de mayo de 2019

1810 (V 10/5/19) Lenguaje líquido, volátil e identitario


Por lenguaje líquido nos referimos a su versatilidad, su capacidad de cambio, su rápida aceptación por las nuevas generaciones, que cada vez son más cortas. Lenguaje identitario es el que adoptan los grupos para identificarse como tales y distinguirse de los demás, como ocurre con las jergas de los médicos, de los economistas, o de los lumpens periféricos de la ciudad.
     Difícil me parece la tarea del esperanto, una lengua bienintencionada que quiere ser estándar impuesta desde arriba, pero que no podrá arraigar por no ser lengua materna. La lengua nace en la calle, se desarrolla en la calle, se modifica en la calle, y no se deja apresar en academias ni gramáticas.
      Nos agrada el lenguaje críptico que nos permite entendernos en un grupo reducido sin que puedan comprendernos los demás. Como cuando de pequeños utilizábamos códigos inocentes que creíamos poder entender sólo los que teníamos las claves, -bigo biga bigo bigo ésbigo tásbiga…, y que luego los mayores utilizan en las guerras.
Hay quienes opinan que los neandertales hablaban. Yo no lo sé. Pero si la opinión académica generalizada es que el lenguaje es propio del Sapiens, el que diga lo contrario tiene que argumentarlo, probarlo, publicarlo en revistas reconocidas y someterse al falseo popperiano, antes de pregonarlo. El órgano del habla, el área de Broca, ubicada en la tercera circunvolución frontal del hemisferio izquierdo de nuestros cerebros, se pierde en los restos arqueológicos por ser cartilaginosa, lo que le impide ser examinada en los fósiles encontrados. Sólo sospecho dos cosas: una, que el hallazgo del sonido articulado tuvo que ver con el desarrollo tecnológico, quizás a partir de la técnica levallois que nos permitió reproducir fabricados (lascas) a partir de un modelo patrón (musteriense? años 50.000?), pensado antes de ser ejecutado, y esta capacidad parece que está ubicada también en el mismo área de Broca; dos, que el Neandertal se extinguió cuando nos entregó en buenas manos el testigo de la evolución al aceptar nuestra “superioridad” por disponer del lenguaje hablado.
      Las miles de lenguas en que se han diversificado las originales las reducen los filólogos a seis grandes familias. Nosotros pertenecemos a la indoeuropea y tenemos raíces comunes con las eslavas, la griega, las hindúes y hasta el sánscrito. Los bosquimanos de Africa del Sur no tienen alfabeto como nosotros y emiten sonidos-fonemas con chasquidos de la lengua.
      Al tiempo que echamos de menos una sola lengua para entendernos allende las fronteras, inventamos otras para utilizarlas en entornos más cercanos, íntimos o corporativos. Yo he llegado a decir la astracanada de que las profesiones (médicos, abogados, economistas…) no son más que una jerga de términos que sólo pueden entender los de su gremio. Lo que me hace pensar que por naturaleza somos bilingües, o sencillamente que necesitamos dos idiomas, el genérico/universal, y el íntimo de nuestro país, nuestro entorno, nuestra familia, o, si se puede llegar a ello, nuestra pareja. De ahí que la confusión de lenguas babeliana exprese la necesidad de diversificar las lenguas de manera que cada grupo pueda identificarse consigo mismo al tiempo que se distingue de los demás, a quienes se les niega el acceso mediante la barrera de la lengua.
     Cuando he viajado al extranjero durante cierto tiempo, cuatro años por ejemplo, a mi regreso me he encontrado con una sociedad que no hablaba el mismo lenguaje que antes de irme, que utilizaba palabras que me eran desconocidas totalmente. Y no digamos los cambios que sufre el idioma en cada nueva generación, lo cual entiendo porque el joven tiene que rebelarse y dar su propio nombre a las cosas que hasta ahora pertenecían a otros. Y lo hacen con toda naturalidad, sin pedir permiso a nadie, y el que venga detrás que arrree.
      Un debate interesante es dirimir qué fue antes, si el concepto o el verbo. Los griegos lo solucionaron llamándolos a los dos Logos. Cuando el evangelio dice que “en el principio fue el verbo”, a cuál de los dos se refiere? al verbo hablado o al sólo pensado? Para mí que no pudimos pensar, construir juicios, frases, si antes no le pusimos nombres a la cosas, al comienzo mediante onomatopeyas, o como fuera, los filólogos sabrán. Con lo cual la palabra hablada tuvo que ser antes que los juicios pensados.
       Y qué decir del lenguaje corporal? Que puede decir tanto o más que el verbal. Y que incluso a veces desvela lo contrario de lo que se dice.
      Otro asunto excitante es la mentira. La mentira como medio de escape o de poder. La mentira como velo de la propia intimidad. La mentira como fuente de la ficción, del relato y del teatro. Pero este tema escapa del marco de hoy y merecerá una entrada aparte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario