miércoles, 1 de mayo de 2019

1801 (X 1/5/19) El secreto del éxito del PNV

Víctor Lapuente nos desvela el secreto del éxito del PNV.
      Es difícil encontrar en las democracias modernas formaciones que, como el PNV, hayan cosechado tantas victorias electorales y gobernado durante tantos años un mismo territorio. Algunas que han ejercido una hegemonía apabullante, como la CSU, socia bávara de la CDU de Merkel, ven ahora cómo su sólido suelo electoral se resquebraja por la irrupción de los oscuros nibelungos de la ultraderecha. Por el contrario, nada amenaza el reino del PNV en el País Vasco, que ya sobrevivió a sus faunos de ultraizquierda.
     La poción mágica que explica la resistencia del PNV no es la ideología. El nacionalismo es un poderoso imán electoral, pero electrocuta. Como lo hizo con Convergencia en Cataluña.
      Tampoco el liderazgo explica el triunfo de un partido. Un líder carismático es tan beneficioso a corto plazo —porque atrae a votantes dispares— como perjudicial a largo —porque impide la formación de estructuras de pesos y contrapesos dentro del partido—. Y eso es lo que distingue al PNV de otros partidos: la institucionalización de mecanismos de control al amado líder.
       El recientemente fallecido Xabier Arzalluz presidió el PNV 24 años. Pero no ocupó cargos públicos. Arzalluz controlaba el partido, pero el lehendakari de turno manejaba el Gobierno. A diferencia de Cataluña, en el País Vasco no surgió una figura omnipotente, que, como Pujol, dominara el discurso político con una mano y las subvenciones con la otra. En el PNV, los políticos electos no dominan el partido. Este equilibrio de fuerzas entre representantes públicos y órganos del partido impide los excesos de unos y otros. Así, cuando se desata una crisis, en el PNV es institucionalmente más fácil que se pongan los intereses del partido por encima de los de un dirigente particular.

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