jueves, 25 de abril de 2019

1795 (J 25/4/19) Políticos florero

Los cómicos irrumpen en la política, antes en Italia y ahora en Ucrania. Nada más natural, pues los políticos no son sino payasos y malos actores, mientras que los profesionales de la comedia eso que llevan ganado por delante. No es, pues, a los cómicos a los que hay que preguntarles por su experiencia, que la tienen, mientras que los políticos, no. Yo prefiero un cómico antes que a un político. El político es un cómico sin gracia.
    Y ya puestos a desmadrar, se nombran candidatos para rellenar escaños (al fin y al cabo sólo tendrán que levantar la mano de vez en cuando) a artistas y toreros, astronautas y gente de cualquier vivir. C,s crece y le faltan cuadros. El PP tiene que rellenar los huecos que dejan los desahuciados rajoystas.
   El desparpajo y la frivolidad con que se buscan candidatos con fama y de relumbre demuestra en lo poco que aprecian los políticos su profesión y la baja estima en que se tienen a sí mismos. La imagen es lo que importa y para nada su contenido. La función de los políticos florero no es hacer algo sino sólo “aparecer”. Así los ha llamado, y yo le sigo, Fernando Vallespín, que delata que “ambicionen la apariencia brillante del poder más que aquello para lo que debería servirles… En cierto modo el recurso al político florero es como una excusatio non petita (accusatio manifestat)”, lo que demuestra que ni ellos mismos ya se creen.
      El político florero busca el poder como un fin en sí mismo, en lo cual son igual que los demás políticos, sin importarle lo que le encarguen hacer. Más aún, ignora incluso qué debe hacer con él, con el poder, aunque sabe lo que quiere aprovechar: para influencias, forrarse, estatus, coche oficial, dietas…
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Diagnosis de las campañas. En mitad de la campaña electoral comprobamos que su impacto en los votantes es como sigue, según Pablo Simón: en el caso del PP tratan de reafirmar el voto de sus clientes; el PSOE se esfuerza en activar, movilizar, a sus fieles perezosos y a los indecisos; IUP intenta desactivar a sus adversarios sembrando dudas entre sus electores para que se queden en casa; y el C,s pesca en caladeros ajenos para convertir sus votos en propios, lo que puntúa doble, pues al ganar clientes de otros partidos, los pierden los otros.

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