El
humorista no puede dejar de meterse en política, reírse y hacer reír de la
política, porque somos animales sociales y no podemos hacer nada que no sea
político, en el sentido de que ningún acto ajeno no es indiferente ni podemos
mostrarnos indiferentes con el comportamiento de los demás, sobre todo si son
profesionales de la política. El humorista de pro ve a los políticos como un
mal necesario, un mal inevitable, y trata por un lado de colocarlos en su sitio
y ayudarnos a defendernos de sus mentiras, al tiempo que nos sirven de
paliativo contra la ira que nos inspiran por su comportamiento. Lo que no
impide que cada humorista se distinga por sus rasgos personales. Así, si
tuviéramos que resumir en una sola palabra la identidad de algunos de ellos, diríamos
que Forges es amable, El Roto un rompedor, Peridis historiador (de rabiosa
actualidad), Ros un transgresor… (podéis continuar con los que más os gusten).
Ros
(México, 1962) no identifica sus personajes con personas reales ni retrata la
actualidad, sino que prefiere quedarse en la nube de la atemporalidad. De Ros
se quejan muchos porque no entienden sus chistes, y eso que lleva publicándolos
en España desde el año 2015. A eso contesta el interpelado que el lector no se
quede en la superficie, que busque sus capas bajas, o que disfruten y se
relajen fijándose en los detalles de sus dibujos; y si eso no basta, que lo
lean al día siguiente; y si tampoco lo ven claro, que en cualquier caso no
pidan que se les explique porque, y aquí la sorpresa, “si un chiste se explica,
se marchita”, casí textual lo que escribimos en facebook el pasado domingo
18/12 (Lo explícito
como spoiler) :
el
chiste por bueno que sea
si
se explica … se estropea
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