Svetlana Aleksandrovna Aleksiévich, ucraniana y residente en Minsk, Bielorrusia (1948-), Nobel 2015, ahonda, no sin cierta melancolía y nostalgia del pasado, en las contradicciones del pueblo ruso tras la perestroika y caída del régimen comunista soviético y su zambullida en un capitalismo caótico que Gorbachov no supo prever.
Es
esta la libertad que anhelábamos? De repente nos vimos convertidos en
personajes de Chejov, despojados de nuestro pasado, con todos los valores
colapsados. La libertad resultó ser la rehabilitación de todos los sueños
pequeñoburgueses que hasta entonces en Rusia habíamos rechazado y despreciado.
Con el
capitalismo aprendimos en nuestras propias carnes lo que era la desigualdad, el
lujo y la pobreza. Y ser pobre resultaba una vergüenza.
Ahora
decíamos que comunista es aquél que ha leído a Marx y anticomunista el que ha
llegado a comprenderlo.
Tras
la caída de Gorbachov el país no se inundó de sangre, se inundó de cosas. Que
el pastel no fuera lo suficientemente grande como para dar de comer a todo el mundo,
eso es otra cosa. Los ricos se escondieron dentro de gruesos muros.
Darnos la libertad a los rusos fue como
proporcionar anteojos a las comadrejas. Nadie sabíamos qué hacer con ella. Nos
desprendíamos de los carnets del partido a hurtadillas, tirándolos como desecho
a la basura
Lo
que ayer era delito, hoy es business.
Comprabas clavos en un lugar y arandelas en otro, los envasabas a puñados en
bolsitas de nailon y podías venderlas como un nuevo producto. (Nuevo neoliberalismo comunista.)
Quiere que le diga por qué no juzgamos a
Stalin? Porque juzgar a Stalin implicaba juzgarnos también a nosotros mismos.
Cuando el poder soviético se desmanteló, a
cambio se nos ofreció un ring de boxeo, la selva, el gobierno de los gánsteres.
No era la libertad lo que ansiábamos, eran unos tejanos, los supermercados… La
caída de la URSS se debió al papel higiénico y a las botas de mujer.
Gorbachov se proclamaba socialista pero promovió el capitalismo. Para construir un verdadero socialismo se necesitan personas ideales, personas que no existen.
…unos comunistas iban a juzgar a otros comunistas. Los comunistas que se dieron de baja el miércoles iban a juzgar a los que se había dado de baja el jueves. Leningrado, la cuna de la revolución, dejaría de ser conocida por ese nombre (para acomodarse a los nuevos tiempos: San Petersburgo. La revuelta de Yeltsin contra Gorbachov culminó con su elección como Presidente en junio de 1991; el 4 de octubre de 1993 ordenó bombardear el Parlamento).
Saben a dónde corren los nuevos demócratas? Al comedero. En busca de la cornucopia. En los pesebres acaban las revoluciones.
…unos comunistas iban a juzgar a otros comunistas. Los comunistas que se dieron de baja el miércoles iban a juzgar a los que se había dado de baja el jueves. Leningrado, la cuna de la revolución, dejaría de ser conocida por ese nombre (para acomodarse a los nuevos tiempos: San Petersburgo. La revuelta de Yeltsin contra Gorbachov culminó con su elección como Presidente en junio de 1991; el 4 de octubre de 1993 ordenó bombardear el Parlamento).
Saben a dónde corren los nuevos demócratas? Al comedero. En busca de la cornucopia. En los pesebres acaban las revoluciones.
Los párrafos elegidos están en las
primeras 150 páginas de las casi 700 que tiene su libro El fin del “Homo Sovieticus”. Así que puedo seguir con más citas, cuando queráis.
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