martes, 16 de octubre de 2012

476. reflexiones y otros disparates del día (16/10/12)

1. Quizás, quizás, quizás…
Me refiero a la música celestial de soluciones retóricas lentas y además imposibles de aplicar. Los tecnócratas no saben a qué atenerse. Desbarrando en sus predicciones y en la aplicación de sus medidas económico-políticas, chocan una y otra vez contra todas las paredes como pollos sin cabeza.  A título de ejemplo, de los 70.000 millones € defraudados al Fisco, que para empezar rebajan a 50.000, indultan un 90% para recaudar al menos un 10%, 5.000 millones, que ahora rebajan a 2.500. Pues bien, a  julio de este año apenas habían conseguido llegar a los 50,4 millones €. O su previsión de cerrar este ejercicio presupuestario con un déficit del 4,5% sobre el PIB, cuando en agosto ya lo habían superado (un 4,7%, y siguen cacareando que cumplirán a fin de año). Ahora la UE parece que no está por la labor de ayudarnos con el rescate de los 100.000 millones aprobados en junio, aceptando las protestas del Bundesbank. Cuando Draghi, presidente del BCE, se comprometió a comprar deuda pública española e italiana en el mercado secundario (al menos por 3 meses, lo que sería un primer paso hacia el eurobono y la mutualización de la deuda con la consiguiente reducción de la prima de riesgo), tuvo que condicionarlo a que el país receptor de los fondos cumpliera a rajatabla ciertas condiciones entre las cuales la prioritaria tendria que ser la del déficit. Dado que nadie cree que España pueda cumplirlo, en caso de acudir a esta ayuda al final del ejercicio el BCE tendría que echar marcha atrás lo que nos dejaría con el culo al aire, una vez más, y ya son demasiadas. Así que ayudas, sí, mas…, ah! las verás pero no las catarás.
2. La casta mantenida
Así llama Joseph Ramoneda a la “elite extractiva” de César Molinas (vide entrada 451.3 del 21/9) o al menos a la clase política que forma parte de las elites extractivas. Ya sabéis, ese 10% que no crea riqueza sino que se enriquece a costa de expoliar al 90% que gana menos.
        El autoritarismo galopante que nos agobia más cada día, se cubre con la opaca ley de transparencia y la restricción paulatina de derechos que seguimos disfrutando “teóricamente” para cubrir las apariencias demócratas ante nuestros socios europeos. No se puede seguir demorando la renovación institucional (de los partidos, de la Ley electoral…) que los políticos siempre rechazarán, por lo que las protestas en la calle tienen que continuar hasta conseguir expresarse como un clamor popular que impida a estos chorizos que sigan gobernándonos. La inmunidad, y consiguiente impunidad, no enaltece sino que degrada a los políticos. La clase política tiene que estar vigilada continuamente por los votantes, debe tener un plazo limitado irreeleigble para evitar que sean como ahora sinecuras vitalicias, tiene que utilizar el Parlamento como foro de debate político y revitalizar las Comisiones, debe dar libertad al diputado para expresarse y no solamente para obedecer al aparato de su partido, porque “donde no hay políticos libres sólo hay una casta mantenida”.
         Si citamos textualmente a Ramoneda es porque confirma, y reafirma, lo que llevamos diciendo hace meses en este blog, y porque hacerlo con textos ajenos reconforta.
3. El PP siente vergüenza de sí mismo
Por eso Feijóo elimina su logotipo en la campaña electoral gallega y evita la presencia de Rajoy, no sea que el electorado se percate de que votándole a él está votando al partido del Gobierno. Y es natural que este partido político sádico (que goza con la desgracia ajena) inspire rechazo incluso a sus seguidores, ya que premian a los crueles policías que arremeten indiscriminadamente con cualquiera que se les pone por delante, incluso a más de un kilómetro del lugar donde realizan la represión; hablan de penalizar las críticas a las instituciones así como al ejercicio del derecho de manifestación, al cual quieren alejar del centro urbano para que no les llegue el clamor de la ciudadanía; pone el servicio de inteligencia a investigar filtraciones a la prensa extranjera; llevan a cabo una política de ocultación y ninguneo del Parlamento; practican el discurso del miedo y la humillación de los perdedores, y, aplicando una cultura de casta, fomentan la desigualdad económica y social y el nepotismo clientelar en una clara deriva hacia el autoritarismo.

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