martes, 9 de octubre de 2012

469. reflexiones y otros disparates del día (9/10/12)


1. Mayorías silenciosas
Contra las “minorías” que se manifiestan en las calles Rajoy arremete evocando como soporte de su gestión a esa mayoría silenciosa, los 47 millones que se quedan en casa, “trabajando” en lugar de perder el tiempo protestando. 47 millones contra unas pocas decenas de miles, las que sean, gana por goleada. Aplicando la misma fórmula polinómica de ingeniería financiera electoral, contra los 10 millones que le votaron en las urnas, el resto, o sea 37 millones, no le querrían para gobernar. El añadido de quedarse “trabajando” es insultante cuando cinco millones están en el paro, millones cuidan de su familia, ancianos y enfermos, y muchos se quedan en casa por temor a las escopetas con balas de goma que la policía se encarga de airear, consiguiendo amedrentar al personal.
2. Reprimiendo los derechos legalizan la violencia
Se permiten demasiadas manifestaciones, se queja la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, esposa en ejercicio del sr. Aznar: fueron 1.380 en 2011, y 2.200 en lo que va del año 2012, no sé si incluye la protesta del ama de casa cuando huele mal el boquerón en el mercado, pero no creemos que cuenten las protestas de jugadores a los árbitros por acaecer en recintos cerrados. A lo que Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid, apostilla: “habrá que modular la ley para racionalizar el uso del espacio público”. Recortar el derecho de manifestación, no! qué va, sólo habrá que “modularlo”. Modular es el nuevo eufemismo de arrinconar el evento en algún lugar apartado, periférico, descampado, donde no lleguen los gritos ni los medios de comunicación. Ya denunció Mayor Oreja que las últimas manifestaciones se hayan retransmitido por televisión (la que aún no han sojuzgado, la Sexta). No se percatan de que las leyes no crean los derechos fundamentales sino que se limitan a reconocerlos. El gobierno no quiere prohibir el derecho de manifestación, quiere algo peor: ocultar cualquier atisbo de crítica. Todo con tal de evitar que se manifiesten en las calles “para reclamar lo que no consiguieron en las urnas”, protegiendo así el derecho mayoritario de los ciudadanos a disfrutar de una ciudad habitable y sin problemas de tráfico o disturbios. Y si nos empeñamos en manifestarnos, entonces nos van a correr a gorrazo limpio. Para amedrentarnos.
3. Al amedrentamiento por la represión
Es propio de toda dictadura reprimir mediante el miedo. Sembrando el miedo se cosecha sumisión, resignación y docilidad. Reprimiendo los derechos, reprimiendo las conciencias, reprimiendo su expresión. Y amedrentando. Persiguiendo a los organizadores del evento como si fueran promotores de delitos. Aporreando a minusválidos y débiles para que nos vayamos enterando de hasta dónde están dispuestos a llegar. Sacudiendo garrotazos al primero que se encuentren por el mero hecho de estar o pasar por allí las otros dos una de manifestantes y otra de la. O sea, amedrentando. Pero ni los derechos nacieron del miedo ni se defienden en el silencio.
Tras la dictadura franquista, la policía se integró en la sociedad civil como un servicio público que nos protegía, pero ahora han vuelto a las andadas “actuando, en palabras de J.L.López de Guereño, como instrumento del régimen político imperante, reprimiendo brutalmente el derecho de manifestación, golpeando indiscriminadamente a las personas, arrastrando a quienes nada hacían o estaban en el suelo, golpeando salvajemente a los que se refugiaban agolpados en rincones contra una pared, o a los que deambulaban por los andenes de la estación ferroviaria de Atocha”, que se encuentra a 1,3 km del Congreso. Hace falta poca, o ninguna, convicción democrática, y mucha política del terror, para denunciar al dueño del bar Prado por escándalo público o investigar las cuentas de quienes pagaron los autobuses que llegaban a Madrid desde las provincias, lo que al final ha sido rechazado por el juez por falta de consistencia. Pero el caso es amedrentar. O incentivar las denuncias entre los ciudadanos (el siguiente paso podría llegar a ser entre familiares). O infiltrar policías (violentos) en las manifestaciones pacíficas para reventarlas desde dentro y provocar la (ahora ya “justificada!”) violencia policial. O mentir continua y descaradamente sin un mínimo de pudor. No son todos éstos signos propios de una dictadura?
Pero lo que realmente ha cambiado es el talante democrático de las autoridades superiores que actualmente se muestra represor y autoritario, esto es, el ministerio del Interior que es el verdadero causante y culpable del desastre de Atocha el 25-S. Y encima les condecoran. O sea, que los consideran un ejemplo a seguir.

P/D: El ministro Wert que eliminó la asignatura de Educación para la Ciudadanía quita ahora Economía como asignatura obligatoria. Lo pillan? No conviene que las masas accedan a conocimientos iniciáticos que luego no sabemos qué podrán hacer con ellos. (Otra paranoia propia de las dictaduras)

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