1. El compañero Fidel reflexiona sobre la
moringa
En el diario Granma, órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de
Cuba, el comandante Fidel Castro publica sus reflexiones, como ésta: “El país
está preparado para producir masivamente Moringa Oleífora y Morera, fuentes
inagotables de carne, huevo y leche, fibras de seda que se hilan artesanalmente
durante todo el año y son capaces de suministrar trabajo a la sombra bien
remunerado, con independencia de la edad o sexo” (17 de junio 2012, 2:55 pm) Y Juan
Domínguez Lasierra ensalza las bondades de la planta: Es un árbol que crece
rápidamente y alcanza los 10 o 12 mts. Florece y produce semillas durante todo
el año y de la planta se aprovecha absolutamente todo. Sirve tanto para la
alimentación animal como para la humana, como medicamento e incluso para la
purificación del agua. Posee un alto contenido de proteínas, vitaminas y
minerales. Toda la planta es comestible, desde las vainas verdes hasta las
flores, las semillas y las raíces. La gente va por la calle comiendo sus hojas
ya que sus condiciones nutritivas son máximas. La moringa tiene más vitamina A
que las zanahorias, más vitamina C que las naranjas, más calcio que la leche,
más potasio que el plátano, más hierro que las espinacas y más proteína que
ningún otro vegetal (y además todo junto). Sus flores son melíferas y ricas en
calcio y potasio. Las semillas contienen de un 35 a un 40% de aceite vegetal,
similar al de oliva. Hervidas en agua se parecen a los garbanzos; secas y
tostadas recuerdan el maní; machacadas,
purifican el agua. Y el fruto no sólo tiene proteínas, aminoácidos y vitaminas,
sino que además es altamente afrodisíaco. Hay quién dé más? Habíais oído hablar
de esta maravilla? Veis cómo la revolución cubana ha convertido la isla en un
Edén? Si todo esto es la moringa, qué otras sorpresas nos deparará el compañero
Fidel? Lo que no entiendo es que con tales maravillas el pueblo se muera de
hambre.
2. Propuestas de cambios
Si queremos que la situación actual
cambie, según J. Ignacio Torreblanca habrá que provocar los siguientes cambios:
1. Independencia de los cargos electos y militantes frente a las cúpulas de sus
partidas y dependencia de sus votantes; 2. Despolitización de la Administración Pública;
3. Control real de las acciones del Gobierno por el Parlamento y sus comisiones;
4. Independencia de las instituciones del Estado que tienen que controlar a los
políticos; 5. Transparencia en la gestión pública; 6. Sistema fiscal federal.
Dicho queda.
3. Somos los culpables de tan malos
políticosPorque los votamos, claro. Eso, para empezar. Fernando Vallespín tiene algo que decir a este respecto. La sociedad española aborda la salida a la crisis en una clara situación de dependencia respecto a Europa, con soberanía mediatizada, profundamente fragmentada en su dimensión territorial, alienada respecto a su clase dirigente, y con una población desilusionada al borde de la depresión colectiva. Tenemos el sentimiento de que la clase política ha sido la causa principal de todos nuestros males. Por muchas razones, muchas de ellas fundamentadas. Pero a este sentimiento le faltaba un relato, una narrativa en la que encajara nuestra sensación de haber sido engañados por los políticos. De ahí el éxito del estupendo artículo de César Molinas sobre las “elites extractivas” que nos ofrece un chivo expiatorio. Ya podemos dormir tranquilos, estamos donde estamos por culpa de los políticos y otros grupos codiciosos. Ya tenemos al culpable. Descansen.
Como si nosotros no la hubiéramos
votado, halagado y facilitado en su afán depredador. Como si no hubiéramos sido
cómplices. ¿Acaso no se eligió a destajo a candidatos imputados de corrupción? Un
cambio de perspectiva comenzó con el Movimiento 15-M, que pareció significar un
renacimiento de nuestra ansia por sentirnos ciudadanos activos. Pero casi
inmediatamente votamos como siempre y a los de siempre. Fantástica
contradicción. ¿Por qué no construir un relato también sobre nuestra
incompetencia ciudadana, sobre nuestra facilidad para no asumir las
responsabilidades propias? No sigamos haciéndonos trampas en el solitario. En
una democracia madura no basta con exigir responsabilidades, hace falta también
que nos hagamos cargo de cuanto esté en nuestras manos. Es posible que haya
llegado el momento de abandonar nuestra condición de súbditos cabreados y
convertirnos al fin en ciudadanos críticos y constructivos.
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