1. Se buscan 60.000 millones
Los buscan fuera, los quieren de los mismos que nos pueden asfixiar, cuando los tienen delante de sus narices y no los ven. Esa es la cifra, mil millones más o menos, ya puestos, que tienen detectada de fraude fiscal cuya investigación han bloqueado reduciendo el equipo de inspectores. Esto hace sospechar que son ellos mismos los defraudadores, o al menos de los suyos, de su clase y con sus mismos intereses. Pues bien, llevamos meses comentando, discutiendo, hablando de rescates por esos importes y no dicen ni pío sobre los defraudadores. Serán sus parientes?
Puedo darles más pistas, están a lo largo de estas páginas. Por ejemplo, los miles de millones que conseguirían con impuestos progresivos y grandes fortunas, los miles de millones que ahorrarían eliminando los sueldos de miles de asesores y los de ustedes mismos (para lo que sirven…), los gastos en instituciones sólo válidas para justificar compras de votos (comarcas, diputaciones…), los pagos inconstitucionales privilegiados a la Iglesia, devolución de lo robado por tantos corruptos, pero no tiene sentido hablar a quien sabemos que no escucha.
A
los regímenes autoritarios, y Venezuela lo padece por más que lo disfrace con elecciones
que lo legitimen, no les gusta que les lleven la contraria. Por eso decenas de
medios han sido cerrados, de los más sonadso fue el de radio y tv Caracas, y la censura es cada vez más evidente.
Además, el Gobierno ha montado una vasta red de medios del Estado, en radio,
prensa y televisión, para hacer propaganda del régimen y fustigar a sus
contrarios. Si serán paranoicos estos militares, que iniciaron una investigación
intimidante (que finalmente abortaron) contra Neptali Segovia, de Crucigramas,
que lleva en esa tarea más de 15 años en el canal VTV, a quien acusaron de
intento de asesinato del hermano de Chávez que se llama Adán, porque en un
crucigrama que juzgaron críptico se cruzaban palabras tan sospechosas como “ráfagas”, “asesinar” y “Adán”. A ver si no
era como para sospechar.
“América Latina tuvo otro año
normal: el crecimiento económico fue
bajo; la inestabilidad, alta; la pobreza, general; la desigualdad, profunda, y
la política, feroz. O sea, nada nuevo” (Moisés Naim, crónica del 2003)
Tenemos leyes democráticas, libertad de expresión, constitución, el imperio de la ley…, y nos sentimos por ello orgullosos, pero algo falla, esas leyes están hueras, a la hora de verdad, en el momento de su aplicación, brillan por su ausencia. Ya lo dice la gente, “hecha la ley hecha la trampa”, y hasta el mismo legislador: “te preocupa esta ley? tranquilo, hombre, que ya haremos el Reglamento…”. La realidad es que los políticos no nos representan, la corrupción es una metástasis sistémica, el nepotismo circula descaradamente, las mentiras descubiertas no conllevan dimisiones inmediatas, etc. Las leyes democráticas son pura fachada, para dar una imagen cara al exterior, pero luego no se aplican, ni la gente participa en la política, ni la sociedad civil tiene la formación suficiente para
saber lo que vota y a quién vota. Fijémonos por ejemplo en la declaración de España como un país laico. Cómo se explica entonces que treinta y cuatro años después la Iglesia Católica siga con todos sus privilegios intactos? O la igualdad ante la Ley, y si contemplamos los tribunales de justicia entran ganas de llorar. O la fiscalidad progresiva, y los ricos arramplan con los fondos públicos nutridos de los bolsillos de los pobres y encima les condonan sus fraudes fiscales. O la Ley de Competencia, o como se llame: sube el petróleo, suben los precios en las gasolineras; baja el petróleo, no bajan los precios en las gasolineras. En ninguna! Qué significa eso? que no existe ninguna competencia sino acuerdos puros y duros sobre precios entre todas las empresas del sector. Ahora, eso sí, tenemos leyes preciosas, de las más avanzadas y progresistas. A quién queremos engañar?
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