1. El corralito
Procuraré no reincidir en este tema penoso que ya aburre. Pero dejemos constancia de que en la tramitación de esta Ley no se ha permitido acceder a la información sobre las 3.600 sugerencias que los ciudadanos han remitido por internet; que la Agencia que supervisará el cumplimiento de la Ley no será independiente sino que estará vinculada al Ministerio de Hacienda; que son tantas las excepciones que éstas constituyen la regla; que no serán recurribles las decisiones de la Agencia... Siempre queda la via judicial, claro, pero ya sabemos que en España nadie cree ya en nuestra Justicia, sobran los motivos. Cuatro años lleva la ONG AccesInfo pidiendo datos por via judicial al Ministerio de Defensa sobre soldados españoles tratados por traumas post-conflicto..., y ahí siguen, esperando.
3. Que no hay dinero? Ahí está la PAC

Me llegan consejos de los lugares y fuentes más diversos: que ante el riesgo de un posible corralito (bloqueo de fondos por el estallido del euro o de nuestro sistema financiero) convierta en dólares mis ahorros en euros..., o en francos suizos..., o que los invierta en letras del Tesoro, que están pagando buenos intereses. Pero yo no pienso hacerlo. Son precisamente estos rumores, estos miedos, los que podrían causar el corralito. Y yo no quiero colaborar en ello. No por altas miras morales, ni siquiera por cuestión de principio, sino por simple respeto a mí mismo. (O para no sucumbir aplastado en la estampida). "Eminencia..., se ha mojado!". "Sí, pero no he corrido".
2. A vueltas con la transparencia opaca
Solamente al tema de la PAC (Política Agraria Común) se destinan 40.000 millones €, de los que España recibe 5.000, el doble que Italia, aunque sólo dos tercios que Francia. Estos fondos se pensaron para asegurarnos una suficiente alimentación en Europa después de la II Guerra Mundial, como ayudas a los agricultores, pero con el tiempo se ha desviado de su fin originario. En los años 70 y 80 hubo que multar y limitar la producción que era excedentaria. Hoy día el 80% de las ayudas las reciben el 20% de los beneficiarios, y subvencionan a grandes propietarios, empresas alimentarias e infraestructuras sin producción agrícola (hasta aeropuertos y campos de golf). Basta leer los nombres de Zumavesa (Zumos Valenciano del Mediterráneo) que recibe 10 millones, o Pastas Gallo con 7,5, o marcas como El Pozo, Campofrío, Nutrexpa, Leche Pascual, Nestlé o Bonnysa, proveedora de Mercadona, lo que permite decir que gran parte de la ayuda humanitaria se paga con dinero público. Y al mismo tiempo se subvenciona al pequeño propietario si abandona los campos (lo que esconde una cierta expropiación subrepticia), con lo que los pueblos se desertizan. Al pagar por hectáreas en lugar de producción, hemos llegado al absurdo de subvencionar fincas improductivas que han recibido ayudas por no producir nada. Con decir que importamos el 87% de los garbanzos! Uno de los efectos de esta desviación de la política original es que la renta de los agricultores ha caído un 25%, el mismo porcentaje en el que han incrementado sus márgenes las grandes empresas. Por no hablar de la falta de control que ya no podemos ejercer sobre los alimentos precocinados, o sobre el aceite de palma que está causando estragos en la salud. Urge, pues, reconsiderar la propia naturaleza del PAC tanto como sus fondos que podrían destinarse a inversiones y promoción económica, dados los tiempos que corren. Quieren otras huchas de dónde sacar recursos? de los defraudadores fiscales. O de los 5.000.000 € que se destinan a los más de 600 cargos comarcales en Aragón, por poner un ejemplo, que sólo sirven como clientela electoral.
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