1. La Semanísima Santísima sevillanísima
Los andaluces, para justificar nuestras exageraciones, las exageramos hasta lo inefable. Esta Semana Santísima la lluvia ha impedido salir a procesionar (lucirse) la mayoría de los más de 60 pasos que llenan de cirios, incienso y color las calles de Sevilla. El lunes y martes no pudieron salir ninguna de las 9 y 8 cofradías respectivamente. Y el jueves, tampoco, ninguna de las siete. Hoy viernes, a las 6 de la tarde en que escribo esta crónica, tampoco han salido el Cachorro, ay! ni la Soledad ni la Carretería, cuyo nombre completo es el Santísimo Cristo de la Salud, María Santísima de la Luz en el Misterio de de sus Tres Necesidades y Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad, ahí queda eso. Pero eh, amigos que las dos Esperanzas, la de la Macarena y la de Triana, guapa! guapa guapa guapa! así como las otras cuatro de la Madrugá, a saber, el Silencio, el Gran Poder, el Calvario y los Gitanos, los pesos pesados de la Semana Santa sevillana, han salido y han vuelto sin mojarse ni las suelas de los zapatos, a pesar de los charcos, a ver cómo se explica eso si no es por un milagro. Miles de toneladas de pétalos de rosas, qué digo miles, millones, han obscurecido el cielo cuando caían blancos sobre la Esperanza de la Macarena y rojos sobre la Esperanza del barrio de Triana. Los cronistas de la televisión andaluza, glosando la imagen del Calvario cuyos estatutos obligan a defender hasta la última gota de nuestra sangre, no recuerdo bien el qué pero han dejado claro que es un dogma, gritaban desgarrados la emoción que les embargaba desde lo más profundo de sus entrañas, hinchados y henchidos proclamando su amor de enamorados de la hermosísima Señora de la Presentación con sus lindos hoyuelos en el rostro. La recogida de la Trianera a mediodía del viernes ha hecho llorar a lágrima viva a los miles de sus vecinos que la despedían mientras ella giraba en redondo sobre sus andas para saludar a todos, y jugaba a entrar y salir de cu capilla, que no, que todavía no me voy! para gozo y entusiasmo de sus fieles. Uno de ellos, reptando mientras se agarraba a los adoquines con las uñas de las manos y de los pies, besaba las huellas que iban dejando en el suelo de la calle Pureza los costaleros que soportaban sobre sus cuellos la preciosa carga de la Reina de Triana.2. Interpretaciones de la entrada del 21.3
He recibido varias interpretaciones de la entrada 251.1 del 21.3 cuyo texto reproducimos como sigue: Robo urbano. Esta mañana me robaron el coche. Delante de mis narices. Tardó menos que yo en comprar el periódico. Cuando escapaba a todo gas le vi, al volver del kiosco. Menos mal que tuve tiempo de apuntar la matrícula. Una de ellas muestra sus dudas sobre quién volvía del kiosco, si el coche o yo. Otra se pregunta si yo apuntaba la matrícula de mi coche porque se me podía olvidar su número al quedarme sin los papeles del vehículo. Otra sugiere que yo soy tan despistado que al ver un coche como el mío, yo le tomaba la matrícula por si me lo habían robado. Qué estaría pensando yo cuando escribí esta tontería. Porque la deriva de las interpretaciones me ha superado, debo confesarlo.3. Cosa Nostra
Reproducimos como un eco el texto semanal de ayer de J.J.Millás Tal cual. “La colaboración entre las mafias y el Estado comienza a ser tan estrecha que no sabe uno dónde terminan aquéllas y comienza éste. Llega el crimen organizado y le dice al Estado: “Quítame de encima a este juez que no hace más que tocarme los cojones”. Y el Estado va y se lo quita, hoy por ti, mañana por mí. A la semana siguiente vuelve la mafia y dice: “Fulmina a esta cúpula policial, que ha tenido los huevos de investigarme”. Y el Estado liquida a la cúpula policial para que la bofia tome nota de lo que se puede y de lo que no se puede perseguir. A veces es el mismísimo Al Capone el que telefonea a su homólogo en el Gobierno para exigirle que destituya a un grupo de inspectores de Hacienda que ha osado meter las narices en sus negocios. “Ningún problema”, le responde el homólogo estatal mientras firma el cese de los presuntos implicados. (Cuando la Mafia exige terrenos para sus casinos, tráficos de drogas y de putas, y otras diversiones, los políticos pierden el culo para ofrecérselos gratis, dándoles encima exenciones de impuestos y créditos con avales del Estado si hacen falta, además de modificar nuestras leyes en su propio beneficio, incluido el acceso de menores y ludópatas en sus antros de perversión, y acudiendo los propios presidentes de las CC.AA. con sus escobas para barrerles el suelo antes de colocarles las alfombras. El añadido es nuestro). Pero no han transcurrido ni cien días de todo lo anterior, cuando el jefe de mantenimiento de la mafia se da cuenta de que tiene los sótanos repletos de billetes de 500 euros, con los consiguientes gastos de almacenaje. “Oye”, le dice a su contacto en el Gobierno, “necesitaría blanquear unos 25.000 millones porque se me sale la pasta por las costuras”. “Me viene de perlas”, le responde el contacto gubernamental, “estáis indultados de antemano a cambio de una comisión del 10%”. Y ahí tenemos la Amnistía Fiscal, 25.000 millones, procedentes de la trata de blancas o del tráfico de armas, entrando en el torrente sanguíneo del cuerpo social con todas las bendiciones de los ministerios de Economía y Hacienda. Claro que como necesitamos aparentar que somos gente de orden, endurecemos al mismo tiempo el código penal para los delitos menores, prohibimos el aborto y penalizamos la píldora del día después. Creíamos que solo nos daba órdenes el Tercer Reich, pero la Cosa Nostra aprieta también lo suyo.”
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