Amor, amor,
amorrr...!
Marta
Peirano distingue varios tipos de amores: el apasionado (deseo), el romántico (o platónico) y
el apego (cariño). El deseo sexual se activa con testosterona y estrógenos, y su
objetivo inmediato es la gratificación física (para la Naturaleza es la
reproducción). El apego funciona con dos hormonas neurotransmisoras, la oxitocina
y la vasopresina, que sirve para mantener los vínculos a “largo” plazo garantizando
el cuidado compartido de la prole y premiando el cariño y la familiaridad.
Caben tanto el deseo sin apego como el apego sin deseo. Esta falta de sincronización
es la base de las comedias románticas.
Y del romántico (el flechazo), qué?
Pues una descarga eufórica de dopamina y norepinefrina que estaban
agazapadas en el cerebro, en el área tegmental ventral del mesencéfalo, para lanzarlas a la corteza prefrontal. La dopamina y la norepinefrina más que
moléculas del placer son drogas de la adicción. La reciprocidad convierte el
flechazo en una alucinación compartida de naturaleza angustiosa y obsesiva (la
llamada que no llega…), que es lo que lo separa de los otros dos. El estado
febril incluye la transpiración de endorfinas…, pero bueno, ya vale por hoy.
Cercas debió levantarse cabreado cuando escribió cosas como éstas: “el optimismo es un error; la esperanza, también. Cuanta más esperanza tienes, más desdichado eres, porque más decepciones te llevas; y a la inversa, si quieres ser feliz no esperes nada de nada, ni de nadie. Esto explica que nosotros, los optimistas (¿¿&?), llevemos una vida amarga”. No le reconozco, don Javier. Mira que rematarlo con un “desengáñense, aquí no hemos venido a pasarlo en grande, aquí hemos venido a sobrevivir como se pueda”. Pos vaya.
Random
A
sus sinónimos casual, fortuito, incierto, azaroso, arriesgado, aventurado,
expuesto, de la RAE, podemos añadir “coincidencias” y seguro que habrá más. Por
ejemplo, éstos: suerte, fortuna, fatalidad, potra, albur, acaso, eventualidad, accidente,
contingencia, chiripa, chamba, chorra, un juego del Destino? O éste: lugar o
momento adecuado, pero raro, imprevisto.
En la entrada 2403
del 19/10/2023, comentando la película Golpe de suerte de Woody Allen, os
conté que “una amiga me escribió una carta de 17 folios a mano, en inglés, recuerdo
que con tinta roja, especulando sobre la palabra random. Quería polemizar
conmigo sobre el asunto. No sabía qué decirle, me abrumaba tener que debatir sobre
un tema tan complejo. A esta fecha no la he contestado todavía. Ni lo haré.
Entre otros motivos porque he buscado la carta y no la encuentro.”
Y ahora me entero de que el psiquiatra suizo
C.G. Jung prefería el término “sincronicidades” que definía como “la
simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido, pero de una manera no
causal”. Y añadía que “las sincronicidades nos orientan sobre decisiones que necesitamos
tomar o bien nos preparan para un cambio a punto de acontecer”. Tomo esto de un
texto de Francesc Miralles que, si no es totalmente esotérico, al menos lo
bordea.
Mi opinión es que
la
contingencia de lo que sobrevendrá da un margen infinito a la libertad al tiempo
que repele la predestinación, o incluso la predeterminación que tanto han discutido
los teólogos: si Dios sabe todo lo que nos va a ocurrir y nadie ni nada podrá
cambiarlo, dónde queda la libertad del ser humano?, se preguntan inútilmente. Pero
este debate sólo cabe entre creyentes. Y Woody Allen no lo es.
J.J.Millás asegura
que “las coincidencias (casualidades) cuanto más casuales son más conmovedoras
resultan”. O más estimulan la búsqueda de explicaciones esótericas, añado yo.
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