(Texto de la entrada 1551 del 31 de marzo, 2018)
No han sido pocas las veces que hemos denunciado la profanación
de fechas y rituales sagrados ancestrales por la colonización de que han sido
objeto por parte de las religiones monoteístas. Así el culto al sol para
hacerle renacer cada año al llegar el solsticio de invierno (21/24 de
diciembre, hoy Natividad de Jesucristo, nuevo dios sol) o la celebración de la
llegada de Perséfone, la Primavera, en el equinoccio del 21 de marzo (hoy cristianizada
como Semana Santa). De esta última trata la entrada 1544 (*1) de hace sólo una
semana.
En
el caso que nos ocupa hoy esta fiesta cristianizada enfatiza el Dolor, la Culpa,
la Pasión y Muerte, cuando en realidad se trataba de celebrar la Resurrección
de la naturaleza (no tanto la del individuo como la re-generación y
supervivencia de nuestra especie.) Así pues, el comienzo de las antiguas
estaciones se conmemoraba como sigue: la fecha 1 de noviembre que hoy
celebramos como día de los Difuntos (o Halloween), era el día de los muertos
(muerte de la naturaleza) por el comienzo del invierno; en el equinoccio
de la primavera, nuestra actual Semana Santa, se festejaba el alegre
renacer de la naturaleza y no la pasión y muerte de nadie, sino todo lo
contrario, su re-nacimiento, su re-surrección, su re-generación; y en el
intermedio, en el solsticio de invierno (21/24 de diciembre actuales), las
ceremonias de fuegos tenían como motivo regenerar al sol para que iniciara su
regreso hacia el solsticio de verano haciendo con ello posible la vuelta de la
primavera.
Varios intentos de recuperar los orígenes
genuinos (paganos) de las tradiciones de la Semana Santa, despojándolas del lastre
religioso, fueron la prohibición de procesionar de noche (antes del alba) que
intentó el ilustrado laico Pablo Olavide en el siglo XVIII, quien terminó
procesado por la Santa Inquisición, o la prohibición de sacar los pasos a la
calle en tiempos de la Segunda República española. En cuanto a la primera las
autoridades locales de Sevilla interpretaron que el alba empezaba a las dos de
la madrugada, y así sacaron primero los pasos de la Hermandad del Silencio, en
1774, y después El Gran Poder, La Macarena, la Carretería... En cuanto a la
segunda, la Hermandad de la Estrella se atrevió a salir por delante de los
guardias civiles que, en lugar de encerrarla, se cuadraron delante de ella.
Desde entonces la llaman “la Valiente”, lo que la obliga a salir incluso cuando
ninguna otra se atreve por caer chuzos de punta.
La gente no va mucho al teatro en
Sevilla. Para qué lo van a hacer si lo tienen en las calles. Y en ellas concurre
el público con los actores, pues todos participan de la representación, ya sea
la Feria ya el Rocío o la Semana Santa. Alguien ha descrito estos espectáculos
sevillanos como un "prodigio de sensorialidad mística y teatral. O el
teatro es un acto religioso o nuestra religión es una comedia".
Para
explicar el profundo significado de estas tradiciones tendríamos que comenzar
afirmando la muerte como origen de la vida, frase ésta en cursiva
que aparece textualmente ocho veces a lo largo de este blog: la muerte individual como
origen de la vida colectiva. La primera referencia se da en
la entrada 47.3 del 19/8/2011
(*2). [Las otras siete entradas son la 48.3 (20/8/11), la 194.1 (14/1/12),
la 262.2 (2/4/12), la 350.1 (20/6/12), la 491 (31/10/12), la 707 (7/6/13) o la
1.444 (de fecha 2/11/17).]
Estoy
con las tradiciones. Cómo no. Pero aún estoy más por explicarlas para que el
personal sepa lo que está rememorando y a lo que está rindiendo culto. Unas tradiciones
despojadas de su contaminación beata religiosa. Para empezar yo le cambiaría el
nombre, y en lugar de Semana Santa la llamaría Semana Sagrada, pues sagrado es
un término de origen pagano que hace referencia a todo lo que trate de la
muerte y del culto de los muertos (para asegurarnos, repito una vez más, la
supervivencia de la especie).
________________________________
(*1) En ella decíamos, por ejemplo: Impetrar el agua por
medio de magia mimética, de asociaciones mentales, se realizaba mediante un
ceremonial de ruidos de tambores y cacerolas, remedando a los truenos. Dado el
desconocimiento general que hay sobre los orígenes de estas ceremonias, nos
hace sonreír el que en Semana Santa toquen los tambores (para que atraigan el
agua) y cuando lo consiguen (que llueva, lo que ocurre con frecuencia en estas
fechas), se enfaden y protesten, porque se les moja la ropa y se les corre el
rímel.
(*2) El proverbio novare aut perire, renovarse o morir,
se queda corto; más correcto sería perire ut novare, hay que morir
para poder sobrevivir, morir como individuo para renovarse como colectivo. El miedo
a la muerte como fin de la vida es un temor reciente, y tengo para mí que es
propio de la cultura patriarcal (de religión monoteísta). Ya
sé que el temor a la muerte es instintivo pero para nuestros
ancestros, en tiempos de cultura maternal, la muerte
era el origen de la vida, como nos enseña la naturaleza en la que la semilla,
enterrada y putrefacta, da origen a nuevas plantas que renuevan la especie a
partir de la semilla de la planta que murió. No otro parece ser el origen de la
inhumación de los cadáveres, boca abajo en muchos casos para asegurarse de su
enterramiento, o en postura fetal para insinuar la regeneración, preparado para
saltar a nuevas vidas, aunque no como individuo sino como especie. Por eso no
verían la muerte como algo temible sino como una fase del proceso cíclico que
permite, hace posible, que la vida del grupo sobreviva.
La
Madre Naturaleza nos ignora como individuos. Y no es que sea cruel, que es
un término antropocéntrico, sino que sólo se ocupa de las especies. Y éstas, en
evolución. Lo que le obliga a limpiar el espacio de criaturas vivientes para
que ocupen su lugar las nuevas generaciones. Si no muriéramos llegaría un
momento en que no cabríamos en el planeta. A esta regeneración biológica
añadamos la evolución cultural: si no muriéramos las viejas generaciones se
aferrarían a sus hábitos y tradiciones e impedirían que las más jóvenes
impusieran los cambios que en todo órgano vivo se dan. Podríamos dar muchos
otros argumentos “a favor” de la muerte (en cuanto que necesaria), pero nos
quedaremos en uno: se imaginan lo “mortalmente” aburrida que sería una vida
sempiterna? nos convertiría en conceptos, abstracciones, como los dioses, por
ejemplo. Es la muerte, y éste es el punto, la muerte la que nos permite, y
obliga, a vivir apasionadamente, aferrándonos a la vida como si de cuestión de
vida o muerte se tratara (como en efecto se trata). Es sólo después de haber
tomado consciencia de la muerte que pudimos vivir con emociones, apasionadamente.
Que los dioses
inmortales (en abstracto) envidiaban la mortalidad de los humanos se ve claro en
el dios Zeus que no paraba de copular con la primera hembra (o diosa) que se le
pusiera a mano. Hay quien por eso le ha llegado a llamar "pichabrava"
(yo, vide LOS DIOSES BAJAN
DEL OLIMPO, 2 vols.) Una reflexión más profunda nos permite
interpretar que con esta frenética actividad Zeus buscaba procrear un hijo que lo
matara, para así asemejarse a los humanos mortales pues, al igual que lo que
les ocurrió a su padre Cronos y a su abuelo Urano, el oráculo le había vaticinado
que un hijo suyo lo mataría (sacrificaría) a él. Y es que sólo con la muerte
(sacrificial) se conseguía la verdadera inmortalidad (la supervivencia de la
especie) en la memoria del propio colectivo.
El miedo a
la muerte, pues, es una inducción cultural reciente que nos han inoculado las
religiones monoteístas. Vamos a comprobarlo: todavía en la Grecia clásica
seguían contemplando la muerte como algo natural que debíamos aceptar sin
aspavientos. Y como ilustración aquí se muestran unos cuantos mitos griegos
sobre el tema: 1) Hera prometió conceder un deseo a la pareja formada por
Cleobis y Bitón como premio de su devoción a la diosa y por haber tirado como
bueyes del carro con su imagen en una procesión. Pidieron de inmediato que les
concediera lo que mejor pudiera acontecerle a los mortales, a lo cual ella
accedió: al instante murieron los dos. 2) A Cenón se le concedió la opción
de cambiar de sexo, de mujer a varón, y de nunca morir, de tal modo que los
centauros que lo derrotaron tuvieron que clavarlo en la tierra a garrotazos hasta
que lo incrustaron debajo del suelo (rito de fertilización?). 3) Endimión obtuvo
de la diosa vivir eternamente..., pero dormido, sin sobresaltos ni pasión, sólo
dormido. 4) Cuando Aquiles tuvo que decidirse entre morir joven y con
gloria, como un héroe, o viejo y con descendientes, pero desconocido, no dudó
en elegir la primera opción pues "a los dioses les agrada que sus devotos
mueran jóvenes". (Luego, ya en el Hades, se contradijo, arrepintiéndose de
su decisión) 5) Trofonio y Agamedes fueron advertidos por el oráculo de que, si
se divertían a tope durante seis días, al séptimo les llegaría lo mejor:
Así lo hicieron, y al séptimo murieron.../...
No hay comentarios:
Publicar un comentario