En la entrada anterior nº 2068 prometíamos
comentar el número 12 de los trabajos de Heracles con motivo de la conjunción
de los calendarios solar y lunar.
Son numerosas las veces que nos
encontramos en los mitos con los números 12 y 50, tantas que evidencian que quieren
decirnos algo importante. Doce son los signos del zodíaco, doce los
meses en que dividimos el año, doce las horas del día y de la noche en
los equinoccios, doce los trabajos de Heracles, doce los hijos de Níobe en Tebas,
doce los dioses del Olimpo…
De qué se trata? Pues se trata, nada
más y nada menos, que del dios Sol, el dios primitivo más universal, desde el
egipcio Akhenatón hasta el lejano oriente del sol naciente, que discurre por el
firmamento atravesando los doce signos del zodíaco a lo largo de los doce meses
solares del año, lo que nos permitió la osadía de medirlo, y con ello
dominarlo, al Sol!, al dios, por poder predecirlo: en sus días por las horas, y
en el año por las estaciones y los equinoccios y solsticios. Sobre todo en el
solsticio de invierno que marca el nuevo ciclo anual, su re-nacimiento.
Veamos el número 12.
Cuando los indoeuropeos patriarcales llegaron
a Grecia como aqueos en el 2000 y como dorios en el 1200, trajeron consigo los dioses
masculinos, el hierro y el calendario solar, por sólo citar tres ejemplos. En
el Mediterráneo rendíamos culto a la diosa Madre, de la Noche y del Subsuelo,
donde regía el impreciso pero mágico calendario lunar. El solar era mucho más
preciso que el lunar, pero éste no era fácil de desarraigar. Fueron duras las
negociaciones con los nativos pelasgos, como lo demuestra que el nuevo
Consejo de los Doce del Olimpo se compusiera de 6 varones y 6 féminas. Pero todas
ellas quedaban supeditadas a Zeus (luz diurna, lo contrapuesto a la
diosa de la Noche), como hijas, o hermana o esposa del dios “Padre”, padre de todos
los dioses y de los hombres.
El dorio Heracles sería el encargado de colonizar la cultura y tradiciones nativas imponiendo las nuevas estructuras
olímpicas (masculinas). Ya hemos dicho en algún otro lugar de este mismo blog
que los nuevos dioses (varones) para implantar su cultura indoeuropea dentro de
la nativa pelasga (maternal) tenían que adoptar la figura del tótem de cada localidad a fin de integrarse en la cultura mediterránea que iban a colonizar. Y así, en
Esparta, cuyo tótem era la oca (Penélope: rostro de oca), Zeus se hace
cisne para copular con Leda, la reina (sacerdotisa?), que pare un huevo del que
nace la semidivina Helena de Troya.(*)
Tres siglos tardó la aceptación y fusión entre las dos culturas, del 1100 al 800, en los que Grecia quedó a oscuras, tal
como contaba el mito: “La noche de boda entre el roble (del norte) y la
encina (del sur) duró trescientos años.”
Y ahora
llegamos al número 50, la mitad de 100, a medio camino entre los dos
calendarios, el solar y el lunar, en lo que sería un número fruto de la
conjunción de ambos sistemas.
Los 29,5 días largos de cada fase lunar se desfasa 11 días del año solar, lo que daba lugar a una nueva media fase, nefasta, el mes 13 de la Luna. La cual tarda exactamente 100 fases lunares (8 años solares) para coincidir de nuevo con las del sol. Y así fue como la Luna pasó a llamarse Hécate (la “Cien”), asumiendo la mayor racionalidad y precisión del año solar. Y así es como sigue maldito el nº 13 que está proscrito de los ascensores y plantas de hoteles en América del Norte todavía.
Por eso el año griego original constaba
de 8 años solares. Pero como 8 años eran complejos de manipular, se dividió en
dos medios años de 4 años solares (i.e., 50 fases lunares). Por eso las Olimpiadas griegas
que eran “anuales” se celebraban cada 4 años, desde el 776 adne. Y así
seguimos, como debe ser. Y así es como se explica que sea tan frecuente en los
mitos griegos la referencia al número 50, para indicarnos que lo que se relata en el mito de que se trate ocurría en tiempos del nuevo calendario solar-lunar: 50 las hijas de Danaide,
50 los hijos de Heracles con las Danaides (una abortó pero otra tuvo dos, mellizos
por cierto), 50 los que atacaron a Teseo, 50 los hijos de Príamo, rey de Troya…
Por cierto que cuando el profesor de Clásicas en Sevilla reía la gracia de la
capacidad de semental del rey de Troya (50 hijos! qué barbaridad!), tenía en
sus manos mis libros sobre los mitos griegos, de lectura recomendada a los
alumnos, pero que él parecía no haber llegado a leer, donde podría haber
aprendido que el número 50 situaba la guerra de Troya en los tiempos del nuevo calendario,
esto es, alrededor del año 1200, como en efecto ocurrió.
El nuevo dios solar re-nace, como no podía ser de otra manera, el 25 de diciembre, en el solsticio/muerte del dios sol. A
quién puede extrañarle que sus apóstoles fueran doce?
_____________________
(*)
Hay un Zeus institucional que se une a Metis, Temis, Eurímone, Deméter,
Mnemósine, Leto, Hera…, y un Zeus zoomorfo
(colonizador) que se une como toro con Europa en Creta, como cisne con Leda en
Esparta, como castor (o ardilla) con la pléyade Maia en la Arcadia, como nube
con Io de Argos, como lluvia con Dánae también en Argos, o como águila con su
amante Ganímedes.
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