Contemplo con entusiasmo cómo aumentan
por doquier las referencias mitológicas. Algunas, incluso correctas. Voy a glosar
un par de ellas:
Irene
Vallejo, por ejemplo, tan hábil para relatar de modo ameno los farragosos mitos
griegos, cuando en su discurso de recepción del premio Aragón 2021 en la
Aljafería de Zaragoza cuenta que Heracles tuvo que estrangular al gigante Anteo
manteniéndole en vilo para que no tocara el suelo (pues el contacto con la
tierra le hacía invulnerable), no explicita que Anteo representa a las tribus
nativas invencibles en sus localidades, por lo que tuvieron que ser desplazadas
a tierras extranjeras (los jónicos, por ejemplo, a la actual Anatolia) para
poder ser sometidos. Y que Heracles, como máximo representante de los dorios colonizadores,
es el encargado de aniquilar los cultos y vestigios de la diosa Madre, debiendo
interpretarse bajo ese prisma sus doce trabajos, que ya sólo con su número indican
que se trata de una cultura solar impuesta sobre el calendario lunar mediterráneo,
O Margaret Atwood, independiente-mente del mérito innegable en contar de un modo sobrio y sencillo los crípticos mitos sobre el regreso de Odiseo, en "Penélope y las 12" criadas acierta de lleno cuando asocia la ambigüedad del nº 13 con la conjunción de los calendarios lunar y solar en la Grecia doria de Heracles (en la próxima entrada 2069 del X 5/5 explicaremos esto). Y también cuando sitúa el origen del patriarcado en el momento en que Penélope, desposada con Odiseo, abandona su casa familiar para ir a vivir con el marido, substituyendo el avunculado (tío materno) por el nuevo sistema de patrilocalidad. Pero no llega al fondo de la necesaria exégesis cuando considera capricho zoomórfico de los dioses el adoptar figuras de animales para copular con madres humanas: en realidad los nuevos dioses (varones) para imponer su cultura indoeuropea dentro de la nativa pelasga (maternal) tenían que adoptar la figura del tótem de cada localidad para integrarse en la cultura mediterránea que iban a colonizar. Y así, en Esparta, cuyo tótem era la oca (Penélope: rostro de oca), Zeus se hace cisne para copular con Leda, la reina (sacerdotisa?), que pare un huevo del que nace la semidivina Helena de Troya.
En su artículo La modernidad del dios de la máscara (vide texto
completo aquí), David Fernández
de la Fuente anuncia la epifanía del dios griego Dionisos, que en realidad
nunca dejó de estar presente entre nosotros, los humanos. Pero en estos tiempos
cobra una rabiosa actualidad por su naturaleza andrógina, su ejército de
amazonas y su séquito de sátiros que tanto disfrutan en su compañía.
Dionisos es, entre otras, el dios del arrebato y del teatro, de la máscara,
que en Roma queda degradado -ya como Baco- a dios del vino. Y que ahora, entre
nosotros, está más vivo que nunca.
En la tragedia Las Bacantes de Eurípides, cuya lectura Fernández
de la Fuente recomienda con entusiasmo, se expresa la polaridad trágica entre
el rey Penteo y Dionisos, que lo castiga por no haberle reconocido, en un
ritual entre sacrificial y carnavalesco. Por cierto que el término entusiasmo
no es otro que en-Zeus-siasmós, cuyo significado es el de “poseído por
el dios" (Zeus, de Nissos, Dionisos).
La actualidad de Dionisos entre nosotros se expresa en movimientos
colectivos como el LGTBI o individuales como en el caso de Kate Tempest (ahora
Kae Tempest), británic@ de 35 años que el 8 de mayo dará un recital en el
Centro Conde Duque de Madrid y que se sincera: "El artista es un animal
herido. Sin esa herida, no crearía." Si este dios que aniquila a quien no
le rinde culto fue siempre el representante de la droga y del teatro o del audiovisual,
hoy se erige como el dios Singénero. Ya no se trata de ellos o ellas
sino de personas. Por otra parte, Kae piensa que (un cambio en) "el
lenguaje ayudará a desmantelar el patriarcado".
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