Si el aparente conflicto entre sanidad y economía se expone como una confrontación entre salvaguardar vidas o salvar la economía, hace falta ser canalla para anteponer la economía a la sanidad pública. Pero es que la pregunta en sí ya es una falacia: el debate entre la vida y la economía es falso. Planteado así estamos emparentando la economía con la muerte, se atreve a decir Henry Levi, cuestionado por German Cano en su artículo “La libertad en disputa”. Cuando la realidad es que las medidas restrictivas impuestas por la sanidad pública (confinamiento, inmovilidad, mascarillas, distancia social, etc.) cuidan la vida de los individuos (ya sé que los muertos son muchos por pocos que sean) mientras que el sistema económico permite que pueda sobrevivir todo el colectivo. En otras palabras, por dolorosa que pueda ser la cifra de los fallecidos, peor y mayor puede ser la de los que malviven e incluso perecen si la economía colapsa.
(Cuando hablamos de economía no nos referimos al lucro y la riqueza que todos, legal o ilegalmente, perseguimos sino al sistema productivo que permite a todos, en mayor o menor grado, la supervivencia)
No quiero repetirme en lo que reiteradamente hemos expuesto a lo largo de este blog (el último el 10/9/19) sobre la vida como una lucha continua contra la enfermedad y la muerte, así como la perversión de una esterilización del medio que sólo nos debilitaría el sistema inmunitario y nos dejaría indefensos contra los agentes patógenos agresivos. (Sin que con ello defendamos sin límites la idea del contagio comunitario como remedio contra una pandemia como la que estamos sufriendo en estos meses)
Encontrar un equilibrio entre las medidas restrictivas
contra el individuo y la movilidad y libertad necesarias para la actividad
económica es realmente difícil, y las medidas moderadas impuestas por este
gobierno son dignas de mi respeto y aplauso. Pero no me resisto a expresar mis
temores sobre las restricciones a las que quedamos sometidos y el provecho que
sacan de ello los gobiernos autoritarios. El miedo del virus puede permitirle sobrevivir
en nuestros hábitos y comportamientos si tales medidas restrictivas se prolongan
en el tiempo coartando la libertad del individuo.
Por no hablar de la libertad individual que se limita en aras de un discurso que aparentemente apuesta por la vida. O del excesivo poder que adquieren los médicos debido que los poderes políticos se someten incondicionalmente a ellos por su miedo y su desorientación. Porque los comités científicos se utilizan como cinturón y salvaguardia, así como responsables de los resultados, cualesquiera que estos sean.
De rabiosa actualidad:
de vacaciones a Santo Domingo?
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