Pocas promesas demagógicas en las campañas electorales son tan falsas, irracionales y eficaces como la reducción de los impuestos. Y mira que cada nuevo Gobierno repite la vieja experiencia, como luego no se les piden cuentas… Habría que penalizar, con ceses e
inhabilitaciones incluidas, las mentiras de los políticos y sus promesas
incumplidas.
Jesús Ruiz-Huerta analiza los argumentos que la derecha maneja en este tema destacando cuatro de
ellos al que yo añadiré un quinto.
1. halagar al ciudadano siempre dispuesto a escuchar
ese canto de sirena. Esta incultura tributaria se refuerza con la mala
administración de los recursos públicos y el saqueo permanente al que son
expuestos por los políticos corruptos.
2. la aversión liberal a lo público y
consiguiente fe en los mercados e iniciativas privadas para solucionar los problemas
de los ciudadanos.
3. la falsa teoría (la curva de Laffer,
aplicada sin ningún éxito por Reagan) de que cuanto menores son los impuestos
mayor es la recaudación. Y esto por dos motivos: porque aumentará la producción
de bienes y servicios y consecuentemente será mayor la base imponible
tributaria, y porque el dinero ahorrado por la rebaja de impuestos se reinvertirá
creando nuevos puestos de trabajo. La experiencia ha demostrado todo lo
contrario. La codicia de los ricos es mayor cuanto mayor es su riqueza, que se
debe precisamente a su ansia de acumulación de su dinero, lo que le impide
rascarse el bolsillo para nada que no sea su beneficio propio. Lo que sí
demostró Laffer es que las explicaciones justificativas son eficaces a efectos
prácticos.
4. la competencia fiscal que hará que un
territorio, o Comunidad, con impuestos inferiores atraerá inversiones que se
irán de otras comunidades con tributos superiores. Pero si los fines (lícitos,
virtuosos) nunca justifican medios (ilegítimos, viciosos), no te quiero contar
ya si los fines son ellos mismos perversos, ilegítimos y viciosos.
5. Y yo añado una consideración más. La
estúpida barbaridad, demostradamente falsa, de que los ricos reinvertirán lo
que se ahorren en impuestos, lo que redundaría en una menor desigualdad económica
y social, choca contra la propia naturaleza de los ricos: el rico lo es más, y
disfruta más, cuanto más pobre sea el pobre. No habría guapos sin feos con los
que contrastar, ni gordos sin flacos, ni ricos sin menesterosos.
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