jueves, 27 de junio de 2019

1857 (J 27/6/19) Textos de terceros 1/3: Cuanto peor, mejor

Ruben Amón en su columna Una cuestión personal nos avisa de que se ha precipitado una inestabilidad cuyas fronteras se resienten bastante más de las discrepancias personales que de las diferencias ideológicas. 

Y sigue:
Sánchez no soporta a Pablo Iglesias. Y Rivera no soporta a Sánchez. Cuesta trabajo creer que prevalezcan las aversiones particulares a las responsabilidades generales, pero la inmadurez de nuestra clase dirigente y la vehemencia adolescente de los gallos que la habitan, amenazan la política de Estado, hasta el extremo de frivolizar con las investiduras y la paciencia del electorado.

Y continúa:
El problema de Rivera no es el socialismo, es el antisanchismo. Cs y el PSOE estuvieron a punto de gobernar juntos en 2016. Y van a hacerlo ahora en algunos municipios, pero la distorsión de las relaciones humanas dificulta si quiera la abstención en la investidura. Rivera prefiere que a Sánchez lo arropen los independentistas e Iglesias para así reprochárselo. Y porque el líder naranja quiere convertirse en el líder de la oposición. Semejante expectativa tendría más sentido si no fuera porque las elecciones del 26-M han desenfocado el sorpasso y porque el desenlace de los pactos con el PP demuestra que Rivera ha reforzado el liderazgo de Casado cuando más amenazado parecía encontrarse el presidente del PP.

Y dice más:
La paradoja añade presión al trance de la investidura: Rivera no puede permitirse salvar la cabeza de Sánchez después de haber salvado la de Casado. El gesto de la abstención o de la cooperación conviene a la estabilidad política pero resultaría incongruente con el dogma del antisanchismo y con la demoscopia naranja: Cs crece más contra Sánchez que cerca de Sánchez.

Y no para:
Semejante convicción prevalece sobre cualquier otra posibilidad. Rivera ha eludido plantear a Sánchez unas condiciones exigentes o leoninas para sensibilizarse con la abstención. No ha habido negociaciones. Ni siquiera para asegurar el modelo territorial, fiscal o laboral. Es responsabilidad del presidente del Gobierno ganarse las adhesiones, involucrar a los socios de investidura, pero las enemistades personales y los guiños desesperantes de Sánchez al nacionalismo predisponen un escenario de desencuentro que el presidente del Gobierno aspira a transformar en coacción (con nuevas elecciones). Esta estrategia implicaría organizar una investidura fallida y así forzar un adelanto electoral que perjudicaría, eso creen, a los intereses de Ciudadanos y Podemos. Única forma de encontrar en el fondo de las urnas la obligación -no cumplida- del consenso parlamentario.

        Dicho todo lo cual, qué más puedo añadir yo?

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