La despoblación del medio rural y el éxodo a las ciudades, ése era el tema.
En un futuro próximo no sé qué inmenso % vivirá en las ciudades que cada vez
serán más grandes y los pueblos más vacíos. Ese era el tema, he escrito, porque ahora el asunto es otro: la succión
de las ciudades menores por las grandes. Y las grandes megalópolis generan una
enorme brecha de desigualdad y de tensión económica y social.
Antes que nada quiero citar dos publicaciones que me impactaron sobre
esta materia: La Lluvia amarilla de
Julio Llamazares y La España vacía de
Sergio del Molino. Ahora me refiero a un reportaje de J.M.Abad Liñán, España afronta la segunda oleada de
despoblación.
El padrón de 2018, publicado a principios de este año, dibuja dos
Españas. Una, pujante, que ha visto crecer su población en la mayoría de sus
ciudades y pueblos grandes en la última década. Pero en la otra, en decadencia,
ha ocurrido lo contrario. La España que no está bañada por el mar (en especial
el mar Mediterráneo), salvo Madrid (y su zona residencial apéndice en
Guadalajara), se ha dejado por el camino un cuarto de millón de habitantes
desde enero de 2008 hasta enero de 2018. La despoblación ya ha llegado a
las capitales de comarca, incluso a muchas de provincia del interior de España.
La caída demográfica de las
poblaciones importantes se hace notar en especial en provincias como las de Asturias, Jaén o Albacete. Allí, de 2008 a 2018, han perdido habitantes
nueve de sus diez mayores municipios. En cuatro provincias de Castilla y León (Avila, Burgos, Soria y Zamora) así como
en Teruel, ocho de las diez mayores
localidades han menguado también en esa década. Son sobre todo las áreas
metropolitanas de las ciudades grandes, como la de Madrid o Barcelona, las que
han impulsado a varios de sus municipios a crecer por encima del 50% en apenas
diez años. La mayoría de las personas que se mueven
buscan unas mejores condiciones de vida, igualdad de oportunidades y empleo.
¿Qué tienen en común estas ciudades mermadas? Suelen compartir tres
ingredientes demográficos. Primero: una baja fecundidad (la tasa mínima
para asegurar el reemplazo de una generación por la siguiente es de 2,1 hijos
por mujer; la media española ronda el 1,3, la segunda peor de Europa); segundo: un aumento de la mortalidad, porque quienes se quedan son los más viejos;
tercero: la salida de inmigrantes que vivían en estas localidades, de media
más fecundos y que, sin ataduras con ningún terruño, son más propensos a cambiar
de residencia que sus vecinos españoles.
Y no es
sólo que nacen menos niños, es que cada vez hay menos mujeres en edad de
tenerlos. Además de que los bajos salarios actuales hacen retrasar la decisión de formar pareja y
tener hijos.
Las carreteras y la obligación de desplazarse lejos han hecho parte del
resto: Cada vez más las personas en edad productiva están dispuestas a hacer
kilómetros y kilómetros para ir a trabajar, y eso está afectando a las pequeñas
ciudades que están cerca de otras medianas y grandes.
El desequilibrio territorial en España se muestra en los 7,5 millones de
habitantes que viven en seis grandes municipios, mientras que 1.355 de los más
pequeños apenas suman 75.000 personas en su conjunto. Dicho de otro modo: en el
16% de los municipios, aquellos que no llegan a 100 habitantes, vive solo el
0,2% de la población de España. Hay 249 ciudades con una población entre 20.000
y 100.000 habitantes y grandes ciudades (por encima de 250.000) de las que solo
seis superan el medio millón".
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