El siglo XXI se describirá por
los rasgos que lo identifiquen, pero entre ellos, hoy por hoy, despuntan dos:
uno, haber superado los males que nos deparó el siglo XX tales como las
fronteras nacionales, las banderas excluyentes, las religiones monoteístas, la
abducción familiar de la mujer, los regímenes autoritarios… y dos, la
recuperación de dichos males del susodicho siglo XX pero ahora con descaro,
“sin complejos”, con fanáticos nacionalismos y cierres de fronteras, como un
dragón hecatónquiro que se revuelve con sus cien brazos en las memorias de
tiempos que creíamos superados, en una vuelta atrás que sólo aceptaríamos para
tomar carrerilla y dar por fin el salto a una sociedad igualitaria, con la
mujer emancipada y una diversidad cultural que asegure.
Pues en efecto vemos por doquier, en los
países del este de Europa o en América del Sur y del Norte, una vuelta melancólica
a nacionalismos excluyentes, fronteras xenofóbicas, gobernantes autoritarios y
religiones fanáticas que exigen devolver a la mujer a la cocina de su hogar y
permiten explotar a los más débiles, “porque esa es la verdadera ley natural”,
al tiempo que los conflictos y la violencia estallan por doquier poniendo en
peligro el planeta en que vivimos, comenzando por el calentamiento global .
Un
ejemplo de todo ello es los nuevos USA, America first, make America great
again, que nos recuerda los tiempos de Kissinger bajo el eslogan de América
para los americanos (y lo que no es América, también).
Un ejemplo puntual de este análisis es la
reacción dentro y fuera de Francia contra el reciente pacto de Aquisgrán con
Alemania. En Aquisgrán residía el primer europeísta, Carlomagno. La firma del Tratado
de Cooperación e Integración franco-alemán de 16 páginas del 22 de enero de
2019, setenta años después de la Segunda Guerra Mundial, ratifica la política franco-alemana
del anterior de 6 páginas que firmaron De Gaulle y Adenauer en París en 1963.
Si éste último de París fue el pacto de la reconciliación, el de ahora de
Aquisgrán lo es de la convergencia, pues ambos, Francia y Alemania, han
decidido apostar por un cambio de la política económica austérica, tan cruel
como inútil, a otra de expansión y convergencia igualitaria.
Pues bien, tanto desde fuera de sus
fronteras, sobre todo desde Italia, como dentro de la misma Francia, se han
elevado voces en contra de este acuerdo que favorece el bilingüismo en las dos
provincias que fueron la espoleta de la Guerra, Alsacia y Lorena, y que ahora
forman el core, el núcleo duro, la esencia del europeísmo, argumentando
que Francia se somete a la soberanía alemana.
Los partidos radicales franceses no han perdido la ocasión de invocar los fantasmas del pasado y los italianos azuzan a los “chalecos amarillos” para que se institucionalicen como partido político, en contra de Macron, y de Merkel también.
Los partidos radicales franceses no han perdido la ocasión de invocar los fantasmas del pasado y los italianos azuzan a los “chalecos amarillos” para que se institucionalicen como partido político, en contra de Macron, y de Merkel también.
Os lo podéis creer?
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