domingo, 27 de enero de 2019

1707 (D 27/1/19) Los precios no tienen la culpa

Limitar los precios es como taponar una corriente de agua, que sólo la obliga a saltar por los lados del tapón, y con más fuerza.
    Que el precio no sea sino el efecto de la conjunción de la oferta y la demanda, como el hecho de que una manzana lanzada al aire vuelva a caer al suelo por la fuerza de la gravedad, son algo que no puede derogarse por una ley publicada en el Boletín Oficial. Si queremos incidir en el precio tendremos que hacerlo interviniendo en la oferta o en la demanda, pero el precio siempre será un efecto matemático sin ningún valor moral.
En una compraventa el vendedor intentará cobrar el mayor precio posible, mientras que el comprador querrá pagar lo mínimo que pueda. Si la brecha no es insalvable el vendedor bajará el precio y el comprador se mostrará (o no) dispuesto a subirlo, hasta que lleguen a punto en el que confluyan los intereses de los dos. Ese punto es el precio, el “precio de mercado”, que no tiene la culpa de ser mayor o menor, y mucho menos que pueda ser calificado de justo o injusto. Los regateos en los zocos árabes son un magnífico ejemplo de lo que estamos hablando.
      Hay excepciones, por supuesto. Es el caso, por ejemplo, de las materias de primera necesidad que el comprador necesita cualquiera que sea el precio que se le pida. (Y ahí se justifica el precio impuesto, el precio “político”). Pero como regla general el vendedor que “sube” un precio lo hará mediante una reducción (a veces artificial, y ésa es otra aberración) de la oferta ante una demanda que no encuentre otro producto alternativo. El principio expuesto anteriormente se aplica, pues, con carácter general.
   No estoy de acuerdo por tanto con la exigencia de Podemos de limitar los precios de los alquileres de viviendas. Si se hace así, se producirá inevitablemente un sobreprecio que acomode el precio final resultante al “precio de mercado”. Si se quiere “forzar” un bajo precio, auméntese el volumen de la oferta, con viviendas protegidas, por ejemplo. O subvenciónese, incluso, la diferencia, y mira que este concepto choca con la ortodoxia del mercado, para que el comprador pague menos mientras el vendedor cobra más. Hay muchas medidas posibles que pueden abaratar el alquiler de la vivienda. Lo que no se debe hacer es incidir en el precio, sin más, porque sí, porque lo digo yo, o porque creo que con ello colaboro a la justicia social. Forzar los precios mediante el BOE adultera su valor, induce al contrabando y fomenta el dinero negro por la diferencia entre el valor pagado y el declarado. Además de que oculta el verdadero problema del mercado.
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P/S.: En España la población que habita fincas de alquiler no pasa del 23% contra el 48 de Alemania o el 45 de Austria. El precio medio de un piso de una habitación sin amueblar en Madrid es de 890 €, igual que en Lisboa, contra los 770 de Bruselas y los 930 de Roma, 960 de Berlín, 980 de Viena, 1.150 de París o los 1.750 de Londres. Los interesados en conocer el sistema de alquileres en Roma, Londres, París, Berlín, Viena, Lisboa y Bruselas, pueden clicar aquí para leer un reportaje de Bernardo de Miguel et alii sobre "la (oferta de) vivienda pública como medida para limitar los precios de los alquileres".

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