jueves, 24 de enero de 2019

1704 (J 24/1/19) Viajes alucinantes

Desde hace un millón ochocientos mil años no paramos de viajar. En esas fechas viajamos por primera vez a Eurasia desde Africa como homínidos evolucionados desde el Australopithecus. Llegamos antes a Australia que a Europa. América la invadimos por el estrecho de Bering y por el Pacífico sur. Y como Homo Sapiens repetimos ese mismo viaje a Europa hace 45.000 años, mil años más o menos. Tanto viaje hizo posible la eficaz difusión cultural que nos ha permitido desde siempre estar al día de las nuevas tecnologías, mitos y valores, a nivel global. Somos territoriales, sí, pero mejor en territorios ajenos que en los propios.
     Las plantas no se mueven de su sitio. Los animales salen poco de sus territorios (a no ser que los expulsen). Los humanos tenemos necesidad de nuevas situaciones que podamos relatar. Os imagináis la tensión a la que se vería sometido el viajero que no pudiera contar sus nuevas sensaciones? Un viaje que no pueda ser contado ni es viaje ni es ná.
      Por qué nos fascinan y atraen tanto los viajes? Porque nos provocan emociones que, además, contrastan con la rutina amodorrante de la vivienda familiar. Por eso soportamos con deportividad las incomodidades del equipaje, de alojamientos extraños, de la falta de utensilios domésticos a los que estamos acostumbrados…, porque compensa, incluso pueden formar parte de la aventura que queremos afrontar. Con el tiempo las incomodidades pesan más que las nuevas (o pretendidas) emociones y decrecen nuestras ganas de viajar.
      Llegará un momento en que el cansancio nos impedirá seguir disfrutando de tantas emociones y recordaremos nuestra casa (la aburrida vivienda familiar) como el hogar, home sweet home, donde podremos descansar. Así que deseamos viajar para escapar del aburrimiento doméstico para luego desear volver a casa, al ambiente conocido, donde nada nos pueda sobresaltar.
      Cuál es mejor de los dos? Depende. Depende de nuestro carácter. Y sobre todo de la edad. Pero en ningún caso son incompatibles. Es más, se necesitan el uno al otro. No buscaríamos emociones nuevas si no nos
aburriéramos ni regresaríamos al “aburrido” hogar si no nos cansáramos de tanto viajar.                                           

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