Confieso haber
sido seducido por la sensualidad de los cuadros de Caravaggio, sobre todo
cuando pinta varones en cuya piel se recrea como sólo podría hacerlo pintando
lo que sentía.
Antonio Muñoz Molina glosa el cuadro de Santa Catalina de Alejandría de
Caravaggio y te hace pensar, o al menos mirarlo con más atención: “La muchacha pelirroja del Thyssen encuentra
mi mirada en cuanto entro en la sala, en medio de la gente, señalándome con el
dedo índice de su mano derecha... Esa espada
con que la representa Caravaggio parece más apropiada para un duelo o un ajuste
rápido de cuentas entre bandas que para una decapitación… Esa espada que
sostiene como si fuera un instrumento musical… La Santa Catalina fue un salto en su progreso como pintor.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario