La meritocracia es un sistema de gobierno en el que los puestos de responsabilidad se adjudican en función de los méritos personales. Necesita tanto un soporte democrático como una vigilancia permanente que evite entramados sociales en los que prevalezcan nepotismos e intereses personales. Y en cuanto a la democracia no es algo que se establezca por decreto sino que necesita un soporte económico social y cultural consolidado. La libertad de prensa puede simular un sistema democrático que en realidad no puede desarrollarse si faltan elementos básicos como son una renta media digna, una base cultural aceptable o una infraestructura suficiente de medios de transporte. (Primum vivere deinde politicare, el latinajo es mío.)
La movilidad social es lo contrario de las castas. Se trata de poder saltar en la escala social mediante un esfuerzo personal. Tampoco se consigue simplemente mediante una legislación adecuada sino que requiere una estructura económico social permeable, una demostrada tolerancia de la diversidad y un fuerte reproche social de la xenofobia. Los pobres nacen en entornos pobres de los que es difícil, a veces imposible, salir. Se pierde con ello un tremendo capital humano de personas capaces sin oportunidad que han de ceder su puesto a otros menos preparados pero que gozan del apoyo de las redes de sus amigos interesados o de sus familiares.
Es unánime la reprobación de
las desigualdades económicas, que se
agravan con políticas neoliberales como las que se han venido aplicando en España en los
últimos años, no sólo por el daño que ocasionan a la cohesión social y por
ahondar en la pobreza de los menos favorecidos sino por el peligro de consolidarse
para perpetuar privilegios de clase que nos acercan a las castas.
Me anima a escribir esto la
lectura de una editorial del periódico El País del pasado fin de semana, Frenos en el ascensor social, donde puede leerse que "el nuevo informe
de la OCDE sobre
movilidad social en los países desarrollados arroja para España poderosas
señales de alarma… En el ascensor social —los mecanismos de movilidad
que permiten a las nuevas generaciones progresar con respecto a las anteriores—
un español de origen familiar pobre tarda hasta cuatro generaciones en saltar a
una clase de ingresos medios. El denominado “suelo pegajoso”, que impide el
despegue social de los menos favorecidos, no solo es peor que en el resto de la
OCDE, sino que ha empeorado para España desde los años noventa… El 64% de los
españoles pertenecientes al quintil más bajo de la escala de ingresos se
quedarán estancados en él… y el 56% de los hijos de padres con bajo nivel
educativo también se mantendrán en él… La desigualdad, por tanto, no es solo
una realidad que mina el desarrollo sino una peligrosa herencia que impide una
mejora de las perspectivas individuales.”
Los chavales tienen cada vez más difícil romper el destino
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