"El fin del HOMO SOVIETICUS" de la nobel bielorrusa Svetlana Aleksiévich no es una novela sino una especie de docudrama, entrevistas y relatos
personales de la gente de a pie, que retrata dramáticamente la crisis
económica, política, social y psicológica de los rusos, con motivo del estallido
en pedazos de la Unión Soviética tras la perestroika
de Gorbachov, desde la caída del muro de Berlín en 1989 hasta el progromo
de Lukashenko en Bielorrusia en el año 2010. De especial relevancia la
decepción del cambio del comunismo al capitalismo y la consiguiente nostalgia
de los tiempos de Stalin. “Tienen una joyería en el propio Parlamento! Una
joyería que vende anillos de oro con brillantes, huevos de Pascua de plata y de
oro, y pendientes… El precio del más barato de esos anillos supera con creces
lo que he ganado en toda mi vida, un solo anillo de esos, me entiende? Y esos
son nuestros diputados, los diputados del pueblo…” “Matar, beber y follar son las
tres grandes alegrías de la guerra”. “Me horroriza el esfuerzo que requiere
vivir con otra persona… Una tiene que olvidarse de sí misma, negarse a sí misma,
renunciar a sí misma. En el amor no hay libertad que valga”.
Libro para la mesilla de noche. Pues
puede cortarse la lectura donde apetezca y seguirla al día siguiente.
Otro: “PATRIA”, de Aramburu (2016), hay que leerlo.
Otros: “4,3,2,1” el libro de Paul Auster;
“RECURSOS INHUMANOS” de Pierre Lemaitre, de acción frenética donde las haya;
“LA
ESPAÑA VACÍA” de Sergio del Molino, un ensayo que lees como si fuera un relato
de ficción.
Y por último la obra completa de Philip
Roth, irreverente y descarado en los temas de sexo y religión: Goodbye Columbus (1959), El mal de Portnoy (1969), El teatro de Sabbath
(1995)…, y también La gran novela americana (1973), Engaño (1990) Pastoral
Americana (1997), La conjura contra América (2004), Elegía (2006), Némesis
(2010)… Me
ocurrió lo mismo que con el nobel egipcio Naguib Mafuz cuando leí “El callejón
de los milagros”: que fui a la librería
y compré todos los libros de este autor que tenían traducidos al español (casi 20). Igual hice
cuando leí “El mal de Portnoy”, pero esta vez prestándomelos la biblioteca.
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