Hay unanimidad entre los antropólogos
sobre la importancia de la difusión de las culturas por contigüidad. Pero no la
hay para su aplicación a casos concretos. Por ejemplo, los muy respetables
Marvin Harris y Arnold Toynbee dicen creer que el desarrollo cultural del
continente americano (agricultura, tecnologías…) es autóctono y no le debe nada
a una influencia mesopotámica. Pero yo les pregunto: entonces por qué no
tuvieron la rueda, el arco de medio punto, el hierro…, todos ellos inventados
después del año 3000? No pudo ser que un deshielo en el estrecho de Bering impidiera
en esas fechas el paso de personas y de ideas? Aplicando la navaja de Ockham eso
explicaría todo fácilmente: mientras hubo comunicación con el continente americano
no dejaron de llegarles de nuestro Oriente Medio hallazgos desde la agricultura hasta los rituales
funerarios, sacrificios humanos incluidos, pero después del 3.000 se paralizó
la importación de las ideas.
La agricultura en el Medio Oriente en el año 6000 se expandió 3.000 km
hasta China en el año 3000 y 3000 km hasta Iberia en la misma época, lo que da
una difusión entre tribus vecinas de 1 km por año, que se me antoja en el neolítico
una velocidad de vértigo comparable a la de internet en nuestros tiempos.

Muchos académicos hoy en día, casi todos,
debaten sobre quiénes eran los indoeuropeos, cuál su cultura, de dónde venían,
etc. Y lo les digo que se expandieron desde el Cáucaso, de Ucrania y Rusia, sí,
pero gracias a la difusión de su cultura, manifiesta especialmente en tres
novedades de eficacia incontestable: su calendario solar, su lengua y sus
útiles de hierro.
De la influencia del hierro y sus ventajas
sobre el bronce, no hace falta hablar. Del calendario y la lengua sí conviene decir
algo.

La difusión de la lengua indoeuropea llegó hasta América, Africa y
Oceanía. Las tres lenguas indoeuropeas más antiguas son el griego micénico, el
hitita al sur de Turquía y el sánscrito del norte de la India. Hablamos la “misma”
lengua indoeuropea desde el Atlántico hasta la India. Por ejemplo, la palabra/número
“tres”. Tribu, τρία, three, tres, trois, drei, три, trzy, tre, troppo... Antes
del asalto al número 4 teníamos tres números, el 1, la individualidad, el 2 que
no eran dos unidades sino la unidad de dos (sigue el número dual en el griego, el alemán…) y el 3, que era todo lo demás,
el colectivo, muchos, todos, abundancia… Y tres eran las Gracias, tres las Grises, tres las
musas, tres las cabezas de dragones y del cancerbero, tres las estaciones…,
tres la epifanía de Gea la Madre Tierra, como maga como madre y como doncella.
Porque Gea se manifestaba tan distinta y abundante como lugares habían en que se la
veneraba.
Así que somos indoeuropeos, sí, pero no porque nos invadieran agresivamente
sino porque los aceptamos por sus ideas (patriarcales por cierto, donde los
astros y el firmamento eran importantes, cuya luz solar prevalecería sobre la noche
de la diosa del Mediterráneo), por su cultura y sus ideas que traían junto con sus
familias y carretas donde transportaban sus aperos domésticos y familiares.
Somos indoeuropeos, sí. Por difusión cultural.
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