Una vez más alzo la voz contra artículos
de prensa que tratan de nuestros primos neandertales por su frivolidad y olvidarse
de cánones académicos básicos, elementales. Ya he dicho más de una vez en este blog que con
la falta de rigor en el tema de estos homínidos me sospecho que intentan
acercarnos a esta especie, a lo cual no tengo nada que objetar, pero a este fin
lanzan como verdades científicas o hallazgos lo que son puras especulaciones
sin base suficiente, y a eso no puedo ya dejar de reaccionar. Sobre todo si se
trata de atraer más público y más financiación sin importar los medios de que
se valgan para ello.
El último artículo que ha caído en mis manos dice: los neandertales
-no son tan brutos como los
habíamos imaginado. Supongo que el autor se refiere a sí mismo en plural
mayestático porque el que suscribe jamás ha imaginado eso, ni siquiera de los australopithecos.
Todo lo contrario. Para empezar soy de los que piensan que nuestra parte animal
es tan digna o más que nuestra parte emotiva o racional, si es que podemos distinguirnos
en partes.
-compartimos
con ellos parte de nuestros genes, entre un 2 y un 4%. Pues mire usted, con
la mosca del vinagre (o de la fruta, la drosophila melanogaster que en griego
significa literalmente «amante del rocío de vientre negro») compartimos un 60%. Claro que no sé si la fuente que utilizo es tan responsable como el artículo que estamos comentando.
(Paso por alto comentar que compartir algunos genes implique que somos
descendientes de ellos, como ahora se pretende por algunos, pues si bien es
admisible que copularan entre las dos especies, incluso que procrearan, sus
vástagos no podrían reproducirse por la falta de paridad de cromosomas, como es
el caso de las mulas)
-habían armado un pensamiento
simbólico. Y más. Mucho más que eso. Fueron ellos los que desde hace 300.000
años, diez mil años más o menos, enterraban a sus muertos! lo que significa que
ya habían asociado que, por magia mimética con la semilla, enterrando el
cadáver-simiente se aseguraban la reproducción (supervivencia) de la especie.
Semen y semilla tienen razonablemente la misma raíz. Y el uso de la magia, tan
deleznable hoy día por supersticiosa, en su momento implicó un avance mental de
primera magnitud. Indaguen por ahí que obtendrán resultados sorprendentes.
-disponían
de un lenguaje. Y al llegar a este punto ya me pisan el callo, por no decir
que me tocan los cajones, pues una y otra vez repiten este argumento,
totalmente gratuito para animarnos a invocarles “papá, papá!” como antepasados,
saltándose todas las reglas académicas. Si, por lo menos hasta ahora y hasta
tanto no se demuestre fehacientemente lo contrario, la opinión unánimemente
admitida es que no tenemos prueba de que tuvieran este don, proponer esta hipótesis
obliga a aportar argumentos contundentes (y publicarlos, y falsearlos...), cosa que no hacen. Por la sencilla
razón de que no los tienen. Si el lenguaje se elabora en la tercera
circunvolución frontal del hemisferio izquierdo de nuestro cerebro, en el área de Broca, que por su naturaleza cartilaginosa no perdura en los fósiles, no sé en qué rasgos biológicos fundamentan esta hipótesis. Deberían profundizar en la relación entre el lenguaje y la fabricación de herramientas necesitadas de patrones (mentales) para poder transmitir la información verbalmente, a ver si por ahí les va mejor.
El Neanderthal, como todo homínido europeo probable descendiente del
Erectus, que llegó a Asia desde Africa hace cerca de 2 millones años, no tiene
nada que ver con el Homo Sapiens que vino a Europa desde Africa hace 50.000
años. Es una especie distinta. Tan respetable como la nuestra, o cualquier
otra, pero no son ascendientes nuestros, a no ser que se demuestre lo contrario,
algo a lo que no ayudan estos artículos de prensa sin el rigor necesario.
Porque vamos a ver, ¿qué quieren decir? ¿que
podían comunicarse con sonidos? también lo hacen los pájaros. Y no digamos los
delfines y las ballenas. Pero de ahí a elucubrar sobre el sonido articulado (¿tenían
una laringe “deformada” como la nuestra?) y la elaboración de conceptos propios
de la Gramática Universal de Noam Chomski, el salto es cualitativo y por lo
tanto abismal. A esta afirmación gratuita yo puedo aportar otra, quizás igual
de gratuita pero al menos más sugerente: no creo que los extinguiéramos
nosotros. Pudo ser que se extinguieran por la falta del lenguaje. Me atrevo a pensar que, al constatar su carencia de este
instrumento tan magnífico y humano, decidieron extinguirse entregándonos el
testigo de la evolución por dejarlo en buenas manos.
Por último el texto comentado acierta cuando cita a Levy-Strauss: no existen civilizaciones primitivas ni
civilizaciones más evolucionadas: sólo existen respuestas diferentes… por
adaptación al medio ambiente.
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