martes, 10 de abril de 2018

1560 (M 10/4/18) La fascinación de la maldad

    La atracción del Mal. La belleza del mal. Si el mal es parte de nosotros, rechazarlo es renegar de nosotros mismos. Y así podríamos seguir con titulares a cual más disparatado.
    -Ay! qué maloooo! pero qué malo es mi niñooo…!
babea la madre del niño malo mientras que a la madre del niño bueno cuando farfulla “es más bueno que el pan” se le pone una cara abatida de aburrimiento que le impide corroborar con el gesto lo que expresa con pudor.
    Y es que, como dice Javier Bardem (y la vecina del quinto, y el de la foto y el de la moto) el mal atrae, vaya que si atrae. Atracción fatal. Ah, bueno, lo dice porque acaba de terminar el rodaje de una peli donde representa al narco Pablo Escobar. Y tuvo que “olvidarse de sí mismo para indagar en el alma del otro”.
     Que el Mal existe y atrae explica que los exorcismos sigan vigentes en la iglesia católica o en los ceremoniales de tribus primitivas animistas. Que el mal nos fascine explica los éxitos de taquilla de los thrillers. O el relato A sangre fría de Truman Capote o el de Crimen y Castigo de Dostoyewski. La descarga emocional colectiva que producen los sucesos criminales explica las manifestaciones vociferantes contra los supuestos autores de los asesinatos. Se producen atascos cuando detenemos nuestro vehículo al pasar por un sitio donde ha tenido lugar un accidente de tráfico. Las noticias de sucesos criminales multiplican casi un 40% las audiencias, véase Tele5.
    El Mal puede ser estudiado por la Ética, o la Moral o la Antropología, o la Política, o la Sociología, la Religión, el Derecho, o la Historia, o la Filosofía… Sócrates identificaba el Mal con la Ignorancia. Como privación, o negación de su contrario, lo estudia la Ponerología (estudio del mal): la Maldad es la ausencia de Bondad (como el negro es la ausencia de color), es el rasgo de quien tiene una carencia, o de quien actúa fuera de un orden.
   En efecto muchos conceptos se definen por su contrario. La maldad, el demonio, se definen por ser contrarios al orden de la bondad, o de dios, que es el conjunto de todos los bienes sin mezcla de mal alguno. Como Satanás, o el Infierno, o la Maldad, es el conjunto de todos los males sin mezcla de bien alguno (vga.: el PP). (Aunque hay un aspecto digno en  Lucifer, el ángel más bello, que se despeña al abismo al grito de “non serviam! ni dios ni amo!”. También Prometeo es castigado por rebelarse (mofarse) contra los dioses. Pero si es malo para los dioses al mismo tiempo, o por eso mismo precisamente, es el gran benefactor del género humano.)
   Conozco a alguno que cuando le gusta alguien no dice que sea o no sea su tipo sino que le da o no le da morbo. Morbo en latín significa "enfermedad" y una vez más un mal, una carencia, falta de salud, es motivo de atracción. Hay que ver los líos en que se puede meter uno con los juegos de palabras. Es más, alguien de rasgos perfectos y talante sin tacha puede resultar inadvertido, por estéril, si no se le añade el estímulo del morbo.
Casi todas las estatuas
son  de  algún  cabrito
   Lo que nos enseña la realidad es que el malo triunfa, que el éxito lo acompaña, en la vida profesional, personal, sexual, en la vida real. Lo que no sé es si el éxito lo hace atractivo, o al revés, que atrae porque tiene éxito. Estos son hechos reales, aunque no tengan nada que ver con lo que debería ser. Así que no es que el Mal se esté apoderando de la realidad, es que se ha apoderado ya.
  Contradicciones humanas. Si será así que un día llegué a escribir que la verdad es con frecuencia cruel, y la mentira (ficción), divertida.
  Y útil. Ahí tenéis la posverdad. Que se lo pregunten a los políticos.

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NB. Sobre la fascinación que el mal ejerce sobre nosotros vide "La irresistible fascinación por el crimen" de Amelia Castilla.

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