Que la mera entrada en la UE vaya a convertir
en demócratas a países con experiencias totalitarias, por arte de
birlibirloque, es un sueño que muchos acariciábamos pero no ha podido
confirmarse en la realidad. Ahí tenemos a los países del este Polonia, Rumania,
Bulgaria, Hungría… cuya deriva autoritaria choca frontalmente con los valores y
objetivos europeos. Entrar en Europa no es la panacea que esperábamos para
implantar la democracia, así, sin más. España, misma, sin experiencia
democrática en 1982, después de 30 años seguimos arrastrando ramalazos
franquistas que no pueden eliminarse con simples leyes sino que necesitan una
regeneración cultural que lleva su tiempo. Sobre todo si el gobierno reaccionario
mantiene el control en la política de educación.
El caso de Kosovo es singular. Lo han reconocido como Estado más de 100 países,
aunque no lo han hecho, por diferentes motivos, Rusia, China, India, Brasil y España.
Su tasa de paro es todavía del 30% (y 50% entre los jóvenes) La parte norte de
su territorio la ocupan serbios mientras que el resto lo habitan albaneses. Pasados
10 años desde su segregación de Serbia, con una población mayoritariamente
musulmana, encerrada entre montañas balcánicas, en la lista de calidad
democrática de Freedom House ocupa el puesto 122 sobre 176, después de Zambia.
La droga, la impunidad, la corrupción lo colocan en el puesto 95 en la lista
del EULEX, órgano europeo encargado de ayudar a Kosovo en su proceso de
desarrollo político y social.
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