Si nuestra estrella de actualidad y glamurosa
no consiguiera la corona del Honor(-able) los medios dejarían de prestarle la más mínima atención. Tiene, pues, que enredar lo que haga falta, con tal de seguir
atrayendo los focos.
Para llegar hasta donde ha llegado, incluida Bruselas, habrá tenido que
apoyarse en hazañas y gestas, sus motivaciones tendrán que haber sido épicas,
pero si se apaga, su desaparición no rebasaría los límites de su
circunscripción personal, en total abandono y soledad, y lo que es peor, sin
que nadie lo recuerde ni lo eche de menos. Delenda erit memoria.
El bluff, las argucias, las
poses, le serán, pues, necesarias para mantenerse en los titulares. Y le serán
válidas en tanto que le mantengan en el candelero. Su imagen flota en las
publicaciones, televisiones y redes sin un suelo firme donde apoyar los pies.
Su confirmada imaginación para mentir, contradecirse, reírse hasta de sus
propios seguidores, sin pestañear ni dejar de sonreír, le consolidan como un
magnífico político (en el peor sentido del término, si es que tiene otro).
Sus gestas y hazañas no pasan de aquí, de éstas que acabamos de aclamar,
que nosotros sepamos, pero según todos los indicios parecen haber sido
suficientes para convertirlo en un semidios y futuro benefactor del pueblo que
le rinde culto.
Quizás influyan otras gestas como ha sido, por ejemplo, su pertenencia a
una mafia institucional, un partido que practicaba la corrupción crónica y
organizada, que como ya sabemos por experiencia en nuestro país arrastra como
un tsunami a la masa electoral, véase si no el caso Rajoy. O el mérito de no
haber hecho nada, a lo que alguno puede contraargumentar: “pues entonces, más
mérito todavía”. O sus creencias religiosas…, o vete tú a saber.
Está por ver cómo se apagará esta estrella sin luz propia cuando dejen
de iluminarle los focos que le alumbran. Quizás en su responso podrían incluir este
panegírico: “se infló, se infló hasta que explotó como una pompa de jabón.”
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