Así como el cognitivismo arrasó en la Psicología desplazando
del foco central al conductismo, ahora el Homo
Oeconomicus egoísta y racional cede su protagonismo al Homo (Oeconomicus) Irrationalis, i.e., al comportamiento económico
irracional. En un momento como el actual en el que censuramos las masas manipuladas
por emociones incontroladas, bueno es darle su lugar a la emoción, la
intuición, los sentimientos, en las decisiones económicas siempre que sea en
las dosis adecuadas.
Se han
encargado de desvelarnos esto los economistas premios nóbel Richard H. Thaler y
Robert J.Schiller que han contribuido a la economía del comportamiento
destrozando el mito de que el agente económico como Homo Oeconomicus tome siempre sus decisiones sobre una base
económica racional y egoísta.
Ejemplos
de comportamientos irracionales en nuestras decisiones económicas no faltan:
nos dejamos engañar con las rebajas aunque el precio final sea más caro que los
vigentes hasta entonces, sólo porque nos obnubila el % rebajado sin compararlo
con las cantidades realmente reducidas; arrebatamos de los estantes los
productos en que pueda leerse la palabra “gratis” aunque lo de gratis pueda
salirnos caro; valoramos con precios mayores lo que poseemos en propiedad;
boicoteamos productos por envidia o celos; no consideramos justo que un
paraguas se venda más caro aprovechando que llueve, cuando en realidad el
vendedor se está ajustando económica y racionalmente a la ley de la oferta y la
demanda; preferimos que nos quiten de la nómina el IRPF aunque por separado nos
saliera más barato; nos alegramos de una subida de sueldo aunque sea por debajo
de la inflación, lo que realmente anula esa subida; creemos que hemos ganado
con un premio de la lotería cuando un cálculo racional nos haría ver cuánto
hemos perdido con este juego…
En la “economía
del comportamiento” o economía experimental se conjugan la psicología y la
economía. Un planteamiento racional a largo plazo (vga. pensiones, dieta alimentaria…) puede infringirse con
decisiones incontroladas a corto, por lo que conviene incentivar la primera
mediante estímulos de la llamada nudge
theory, teoría de los empujoncitos.
Thaler
combinó la teoría de juegos con la experimental (en el juego del ultimátum prevalece el altruismo). Las
decisiones anómalas son interpretadas como paradojas del comportamiento. En muchas
ocasiones los procesos de subasta conducen al ganador a un resultado negativo
(la “maldición del ganador”).
Thaler
recogió el millón de euros del premio prometiendo gastárselo del modo más
irracional posible.
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