No es
verdad que yo no sepa cocinar. Puedo hacer un huevo frito.
No sólo
hay huevos fritos, los hay también cocidos, al plato, revueltos, rotos, en tortilla…,
pero ninguno como el huevo frito. Sobre todo acompañado de chorizo frito o
chistorra, y que no falten las patatas fritas en formas de medias lunas, no muy
hechas para poder mojarlas en la yema del huevo frito que no sería tal si la
yema no está líquida.
Para
freír un huevo hacen falta los siguientes instrumentos e ingredientes: lo
primero, el huevo; luego la sartén para freírlo, un poco de sal, aceite sin
remilgos, pan con miga, una patata y un tenedor (cuchillo opcional) y
servilleta para limpiar los chorreones (que pueden invadir nuestra camisa).
Paso por alto las cerillas, si la cocina no es eléctrica, el plato…, y otras
menores que, si se nos olvidan, ya se encargarán ellas mismas de recordárnoslo
cuando las necesitemos. En cuanto a las cocinas eléctricas para comprobar que
tenemos corriente basa con encender una bombilla, pues si funciona una es que
tenemos corriente en toda la casa.
Rompamos
el cascarón con cuidado (no es tan fácil) para no espachurrar el huevo y
volquémoslo suavemente y despacito en el aceite que debe estar muy caliente. El
aceite está muy caliente cuando reclama que se le meta el huevo dentro. Con una
espumadera regaremos con gotas del aceite la yema hasta que ésta se cubra de un
velillo. No más. Dejemos el huevo freírse unos segundos hasta que la clara
muestre un borde dorado ribeteado (puede hacer chup chup, sin que por ello pase
nada) sin que llegue a quemarse. Sáquese de la sartén, mejor con la espumadera
que con la mano, por más que ésta se impaciente para entrar en juego. Empápense
unas migas (o piezas de patatas fritas, ad
libitum) en la yema líquida con los ojos cerrados.
Y un
consejo final: tenedor fuera, mójense las migas de pan en la yema del huevo con
las yemas de los dedos. Y amén. Puf! (estoy sudando).
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