En el programa “El Objetivo” que presentó Ana Pastor
el domingo pasado por la noche en La Sexta oí cosas como éstas:
Iñaqui
Gabilondo: si el próximo martes (por ayer) Puigdemont opta por la DUI
(declaración unilateral de independencia) se iniciará la aplicación de la Ley
de Transitoriedad con dos legalidades paralelas, la catalana y la española, lo
que tendrá efectos desastrosos que no podemos imaginar.
Esther Vera, directora del periódico Ara,
exige empatizar con los millones de catalanes que llevan mucho tiempo con la
necesidad de expresarse. Si se les corta la posibilidad de votar, aparecen
urnas desde debajo de las piedras.
José Antonio Zarzalejos,
periodista de La Sexta y de El Confidencial: el patriotismo es un mascarón de
proa… Puigdemont ha perdido el control de Cataluña. Sánchez y Cuixat, 'los
Jordis', presidentes de la ANC y de Òmnium son, con la CUP, los dueños de la
situación revolucionaria en Cataluña.
Enric
Juliana, director adjunto de “La Vanguardia”, nos pide cuidado con
‘extranjerizar’ a Catalunya. Sería un tremendo error tanto la DUI como el
alegrarse de la salida de empresas de Cataluña. Ojalá el próximo 12 de octubre,
día de la Hispanidad, o el 11 de Septiembre de la Diada, en lugar de festejar
la unidad nacional celebráramos la integridad territorial.
Si hay que negociar pero no puede hacerse
con los líderes actuales, yo propongo dos interlocutores con talla suficiente y
demostrada: Josep Borrell y Roca Junyent. Sin olvidar a Ada Colau.
Este juego siniestro consiste en amenazar con romper a España, lo cual no les interesa ni se atreverán a rematar, provocando una tensión política y social
que obligue al gobierno central a admitir un referéndum legal sobre la independencia
catalana que entonces sí que tendría validez local e internacional.
Por fin se han dado cuenta por un lado los soberanistas de lo mucho que se juegan si van contra el Estado nacional y, a su vez, el gobierno central de que los independentistas van en serio, por más que vayan de farol.
La sociedad ha cambiado y el marco político tiene que cambiar, eso ya no hay quien lo pare. Pero en un momento tan crítico como es éste no podemos complacernos con los fallos del otro, ni humillar al otro, ni deleitarnos con los errores del otro, ni obcecarse con el empobrecimiento emocional del otro, porque sencillamente no hay otro, que ése es el problema, que no hay otro, sino que todos somos uno y como tal debemos comportarnos.
La sociedad ha cambiado y el marco político tiene que cambiar, eso ya no hay quien lo pare. Pero en un momento tan crítico como es éste no podemos complacernos con los fallos del otro, ni humillar al otro, ni deleitarnos con los errores del otro, ni obcecarse con el empobrecimiento emocional del otro, porque sencillamente no hay otro, que ése es el problema, que no hay otro, sino que todos somos uno y como tal debemos comportarnos.
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