Las citas
a ciegas, o las primeras citas, excitan tanto como intimidan.
Excitan por
la novedad. Idealizamos los contactos nuevos de modo que los fantaseamos como
maravillosos aunque luego puedan desengañarnos. Y si encima hablan un idioma
que no comprendemos, ni te cuento. Las citas a ciegas a través de las redes
sociales transportan feromonas. Por pronto que puedan decepcionarnos, el
subidón que ocasionan vale la pena. No os lo perdáis. Que dura un soplo? Bueno,
y qué? qué bonito que fue mientras duró.
Pero
también intimidan por el temor al fracaso, a ser rechazado, lo que nos inhibe
tanto como nos provoca alardes penosos por innecesarios, y es causa de torpezas
que no ayudan nada al éxito de la gestión. Por lo que conviene acudir a ellas sin
prejuicios pero, eso sí, llevando el “no” por adelantado para no pasarlo mal
por la posible decepción o rechazo. Aunque en ese caso, cuál es el riesgo? No pierdes
nada por darte otra oportunidad.
En estos
lances puedes mentir lo que quieras, aconseja Ovidio. Los dioses no te exigirán
cuentas si en materia de amores los pones falsamente por testigos. Y Luis
Piedrahita califica de "falocias", no
falacias, las mentiras que el macho suele utilizar para ligar(*), tales como
“yo sólo he venido a esta cita para hablar y conocerte…”, “lo que más me gusta
de tu cuerpo es tu mirada…, tu sonrisa”, “me encanta tu personalidad y lo
claras que tienes las ideas”, “estoy cansado de mariposear, lo que busco es una relación
permanente…”, “yo no soy de esos que buscan sexo la primera noche”, etc.
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(*) “Engaños de poca monta para facilitar la
misma”. Este humorista inventa significantes para significados huérfanos de un
término que los identifique, como por ejemplo “hurtopías” para las falsas
promesas de los políticos o “contenhedores” los recipientes de fétidas basuras.
Las "falocias" son sólo aplicables al
varón de la pareja.
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