Uno de los
motores reconocidos de nuestra evolución y desarrollo tanto mental como social,
en el terreno tanto psicológico, como social o antropológico, es el conflicto.
El conflicto como estímulo y revulsivo para ayudar al cambio y a las
innovaciones. Es la contracultura como subversión que depure y afine las
tradiciones y hábitos culturales. Es la bandera que ampara la actitud de los
rebeldes.

Por eso me
divertía que Camilo José Cela (nada grato para mí, por otra parte) inventara
palabras con la alegría y desparpajo con que lo hacía. O que Saramago,
heterodoxo con la gramática vigente, usara a su conveniencia los signos de
ortografía, los puntos y las comas, para acomodarlos al ritmo de sus relatos. O
que los humoristas se rían abiertamente hasta de lo más sagrado practicando una
terapia relajante sin tapujos. O que Gómez de la Serna nos deleitara con sus
greguerías.
En esta línea
desmitificadora de la letra impresa y del diccionario de la RAE, Luis
Piedrahita inventa nuevas palabras para definir situaciones que aún no han
recibido nombre. Puede vérsele los viernes en los cines Callao de Madrid a las
23:59 y oírsele en el programa de radio La
Ventana de la cadena SER los jueves entre las 5 y las 6 de la tarde. Ved estas dos, a título de
ejemplo:
Adelgozar:
satisfacción que produce abrocharte el cinturón en un nuevo agujero abierto con
un sacacorcho tras un mes de intensa dieta.
Semáfobo:
persona que atraviesa las calles haciendo caso omiso de los semáforos rojos.
Sociópata que siempre tiene prisa por llegar al cementerio.
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