viernes, 27 de enero de 2017

1381 (V 27/1/17) Batallitas

Yo distinguiría las batallitas personales de las batallitas del abuelo. Las primeras son la expresión de un afán por exhibirse uno mismo, sobre todo las enfermedades, a falta de un cuerpo joven que se pueda admirar. Las batallitas personales no interesan a nadie fuera del protagonista. Por el contrario las batallitas del abuelo son las que cuentan historias que pueden fascinarnos, sobre todo a los más pequeños.
  Entre mayores, pero mayores ya mayorcitos, a veces ocurre que el que habla (todos, porque todos hablan al mismo tiempo) no escucha a nadie por lo que nadie le escucha a él. Esa continuidad compulsiva en el monólogo se debe tanto a la necesidad de no dejar hueco en el que los demás puedan introducirse para interrumpirle como al hecho de que los demás hacen lo mismo. Es sorprendente la habilidad que adquieren para iniciar una nueva frase sin haber terminado la anterior, dándose pie en la última sílaba para saltar como un muelle a la siguiente. También es de destacar el empecinamiento en reiterarse sobre el asunto de que se trate, rehuyendo cambiar de tema no sea que eso le distraiga o permita a los demás intervenir.
    Los niños hablan a gritos sin que nadie les escuche. Algo parecido ocurre con la tercera edad, aunque entonces ya no griten tanto. Al final terminan todos hablando sin que nadie preste a nadie la más mínima atención.

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