Seguimos
hoy aquí a Soledad Gallego Díaz en su análisis de la actualidad política en su artículo “Urge saber quién”:
Creer que el actual desencanto de los
votantes socialistas puede resolverse con un programa en lugar de con un
liderazgo no es realista. Sus votantes no necesitan en este momento una
comisión de expertos nombrados por una Gestora que elabore un texto de 200
páginas con las detalladas medidas de gobierno (de hecho ya existe el documento
de la Conferencia Política), sino un equipo de gente joven y decidida que
quiera llegar al gobierno en la primera ocasión posible y cuyo firme propósito
sea echar al PP del poder. Es verdad que la socialdemocracia europea no sabe
muy bien qué hacer, pero en España el problema es que tampoco sabe con quién (…/…)
El PSOE debería acelerar su
renovación y esperar a pie firme el resultado de la lucha interna en Podemos.
Iglesias y Errejón ya saben que perdieron una ocasión formidable por culpa de
su ensoñación con el famoso sorpasso
y que ese error de estrategia les está pasando una enorme factura de desencanto
entre votantes y simpatizantes.
No es
extraño que Mariano Rajoy se muestre bastante satisfecho y que José María Aznar
esté inquieto. Para Rajoy la solución es perfecta: el centro derecha se hace
pragmático y compasivo, con ayuda del PSOE, y, seguramente, mayoritario,
mientras él se garantiza cuatro años de Gobierno sin grandes agonías. Para Aznar,
por el contrario, el PP pierde carácter ideológico y deja de cavar en su mina
conservadora. ¿Y el PSOE? El PSOE pierde el tiempo mientras debate entre
quienes darían el reino y el caballo a cambio del bipartidismo y quienes saben
que ese modelo está muerto y quieren pelear por el liderazgo de la izquierda,
el reino y el caballo.
Urge
clarificar la situación en Podemos; urge reunificar el partido del PSOE; urge
que Ciudadanos entre en liza de una vez y deje el tendido de sombra donde se ha
instalado. A quien no le urge nada, ni se deja urgir por nada, es el hierático,
inmóvil, don Tancredo, del PP, mientras que los demás…, para qué las prisas.
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