De
las 7 maravillas del mundo en la antigüedad, a saber:
Los jardines colgantes de Babilonia, el templo
de Artemisa en Efeso, el Coloso de Rodas, la estatua de Zeus en Olimpia, el
Faro de Alejandría, el Mauselo del Halicarnaso y la pirámide egipcia de Keops en
el barrio cairota periférico de Guiza, sólo la última ha resistido el tiempo. Las otras desaparecieron, en ruinas, o por terremotos,
o por haberse reciclado sus materiales para otras construcciones. Nuestra
civilización cristiana tuvo mucho que ver con su pérdida, por paganas. (Para que
luego nos quejemos de la barbarie destructora de los iconoclastas del ISIS.)
De
la lectura de un artículo reciente sobre el tema destaco tres notas: 1. que no
eran las más perfectas (si se tratara de eso, no faltaría por ejemplo el Partenón)
sino las más monumentales, por sus increíbles dimensiones; 2. que eran contemporáneas
de Alejandro Magno (356/323 adne., en el sentido de que coexistieron, no que
tuvieran las mismas fechas de origen), y 3. que son representaciones de las
distintas culturas, o civilizaciones, de la época, al tiempo que rememoraban
las conquistas del caudillo macedonio. En efecto, pertenecen al espacio
panhelénico tanto como a Egipto al oeste de Grecia, y a Mesopotamia al este de
la Hélade. El Halicarnaso y Rodas, al sudoeste de la actual Anatolia, eran
limítrofes del imperio persa. Alejandría era un reducto griego dentro del
territorio egipcio.
Como
introducción al tema, por hoy bastará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario