Dícese
del problema que le causa a un partido (o proyecto) político el centrar su
atención en un sector de la sociedad con aparente relegación de los demás. Lo
cual le lleva a una desconexión de la masa electoral con la consiguiente
pérdida de votos. Es lo que me ha parecido entender al leer el artículo El Sexo de la Izquierda de Víctor
Lapuente. Eso explicaría que el partido comunista, al poner el énfasis en la
clase trabajadora, perdiera el apoyo de las demás clases sociales que se
sentirían postergadas. O que el interés de Errejón se incline en hacer de
Podemos un partido transversal que englobe a toda la ciudadanía, sin perjuicio
de intentar favorecer a los más necesitados.
Según Víctor Lapuente “el electorado clásico
de la izquierda, que son los trabajadores varones, intenta acomodarse a los
cambios sociales incorporando nuevas etiquetas como el feminismo y el
ecologismo. Pero a fuerza de insistir en los derechos de unos grupos, la
izquierda ha dejado de ser vista como representante de la sociedad en su
conjunto, cayendo en lo que Robstein y Lilla denominan la política de la identidad: apelando a un grupo concreto se aliena a
los demás. La defensa de políticas para los más desfavorecidos puede desembocar
en un conflicto identitario. Para
evitarlo, los progresistas tendrán que ser como los ángeles, inteligentes y
asexuados”.
A mí
me parece simplón este argumentario. Caben indefinidas variables que pueden
explicar la crisis de la izquierda, a cual más gratuita. Pero como ya empieza a
utilizarse este palabro y es posible que gane aceptación, ahí lo exponemos para
que no nos pille de sorpresa.
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