viernes, 30 de diciembre de 2016

1353 (V 30/12/16) Las saturnales y el espíritu navideño

   Recuerda Manuel Vicent que en estas fechas del año se celebraban en Roma las fiestas saturnales que estaban dedicadas al misterio de la muerte y resurrección del ciclo agrario.
     En estas fiestas se infringía el orden establecido y, subvirtiendo las normas sociales, los esclavos se sentaban a las mesas para ser servidos por sus señores. En sus orígenes, pero no más allá del siglo VIII a dne., el esclavo coronado como rey solar moría después sacrificado. El solsticio de invierno marcaba el renacimiento del sol que era lo que se festejaba.
  La comida y bebida, que enmarcaban los rituales sagrados y sacrificiales, se consumían como “una ficción que ha llegado hasta nuestros días bajo el falso deseo de paz y amor del espíritu navideño” (eso lo dice Vicent). El sacrificio cruento del esclavo-rey coronado que, en tiempos remotos, imagino llegaría a formar parte del ágape totémico (comida celestial), en tiempos más cercanos, ya judeo-cristianos, lo haría en figura de cordero(*).
Y culmina su relato con: “Nada que no muera puede renacer, como el sol del solsticio y las semillas”. Dicho de otra manera, como lo hemos hecho reiteradamente en este blog: mejor que novare aut perire es perire ut novare: mejor que “renovarse o morir” es “morir para poder renovarse”, morir (individualmente) para poder sobrevivir (como especie), como hacen las semillas (y los cadáveres humanos) que se entierran en el subsuelo para pudrirse y renacer multiplicadas en nuevas primaveras.
Ese rey sagrado coronado bufo de cuyo sacrificio, como chivo expiatorio, se beneficiarían los demás, en pocas figuras se muestra más claro que en el escarnecido Ecce Homo del Iesus Nazarenus REX Iudeorum, quien se ofrecerá después a sus fieles como cordero en la eucaristía totémica. Con capa, corona y cetro reales, como ejemplo del escarnio saturnal, se presenta así esta imagen como arquetipo de los sacrificios, lo que hace de su persona alguien irreal por acumular demasiados rasgos míticos.
    Por eso el 24 de diciembre, cuando re-nace (cada año, cada ciclo estacional) el niño-Dios, se trata del niño-Sol, que es a lo que nos referíamos en el comentario a la viñeta del día de Navidad en este blog: Ha sido niña! grita el heraldo, o un pastor, o san José, o sea quien sea. Y yo apostillo: si hubiera sido niño deberíamos llamarlo el Sol del Solsticio del invierno.
__________________
(*) Todavía la comida kosher (pura) judía exige que el cordero no tenga herida ni roto ningún hueso. La lanza que hirió a Xto. en la cruz no le quebró ninguna costilla, como ya predijo el profeta Ezequiel: “no se le quebrará hueso alguno”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario