Annus horribilis, lo han calificado a
2016. La crisis, el paro, las migraciones, Siria, la corrupción impune de los
políticos, la crisis de los valores, la posverdad de las mentiras, la
contaminación de la atmósfera…
Sin embargo, si hacemos caso a J. Carlin,
N. Carretero, K. Llaneras y B. Hermoso, hay motivos para un chute de optimismo.
Si bien no podemos negar la desigualdad económico-social en Europa, y en
especial en España, con motivo de la política económica dictada desde el Buba
de Frankfurt, también lo es que a nivel global los países en desarrollo han
visto aumentarse sus ingresos, ampliar su longevidad y facilitar el acceso a la
educación, reduciéndose en más de un 10% la población mundial que vive en
extrema pobreza: cada minuto que pasa cien nuevas personas salen de ella. En el
sur de Asia la sufrían el 50% y ahora el 15%, al este de Asia del 80% se ha
reducido al 3,5%. Analfabetos en todo el planeta del 44% en los 80 hemos bajado
al 15%. Contaminamos el planeta de un
modo suicida, y sin embargo se ha frenado la contaminación mundial por la quema
de combustibles fósiles por tercer año consecutivo. En materia de sanidad se ha
erradicado el ébola en África, y las muertes por malaria y el sida han bajado
el 50% desde el año 2000. Y en cuanto al centenar de guerras que asolan la
Tierra, si no enfocamos la lupa en Alepo y en el Oriente Medio, el número de
muertos ha descendido en fuertes proporciones. Y en cuanto al terrorismo, en
2015 murieron 151 personas contra las 26.100 que fallecieron en las carreteras.
Es, pues, irracional que nos asuste más ir de vacaciones a París que conducir
al trabajo cada mañana.
Pero
entonces, qué pasa? es que no hay desigualdad y paro y crisis en España? Sí,
claro que las hay, pero con la perspectiva adecuada son dientes de sierra en
una evolución del desarrollo que avanza en línea ascendente aunque no lineal.
Por otra parte “nuestra biología nos impide estar absolutamente satisfechos a
fin de mantenernos activos, curiosos, despiertos y ambiciosos”.
Y si todo va tan bien (ya sé, ya sé, que con la
perspectiva adecuada), por qué nos quejamos tanto? Pues porque somos más
críticos, menos tolerantes con la corrupción y las injusticias, y estamos
sobresaturados de información, una información alarmista de males y desgracias que
los medios necesitan (las buenas noticias no venden) para incrementar la audiencia
y vender más ejemplares: los males son más mediáticos que reales. Aparte de que
los políticos que ejercen el poder nos quieren asustados porque el miedo nos hace
sumisos y votar a los más chulos y prepotentes.
Por último, la aceptación de una renta básica (universal), tímida
pero concreta, anuncia los nuevos tiempos en que el trabajo ya no será necesario
para sobrevivir, sino un complemento gratificante que dará al traste con la
maldición bíblica de tener que sudar para poder comer. Las nuevas tecnologías desplazarán
cada vez más a una gran parte de la población activa pero no nos mandarán al
paro sino al ocio que tendremos que aprender a disfrutar.
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